En una Washington salpicada de cientos de negocios con sus persianas bajas que atestiguan la honda crisis económica desatada por la pandemia, Joe Biden se convirtió en el presidente 46° de Estados Unidos. Tomará las riendas de un país profundamente dividido y heredará una confluencia de crisis sin precedentes.
Por eso, en su primer discurso como mandatario se comprometió a pelear contra todo tipo de desigualdad, principalmente la racial, pidió unidad y paz además de colocar énfasis en las políticas sociales y económicas que pondrá en marcha.
«Sin unidad no hay paz, no hay avance, solo amargura y furia. Solo un cansancio que nos agota, un estado de caos. Este es nuestro momento histórico. La unidad es la manera de salir adelante», exclamó en el Capitolio.
El flamante mandatario también prometió «reparar las alianzas» de Estados Unidos en el mundo «para enfrentar los desafíos de hoy y mañana». En este contexto, el Partido Demócrata ya cuenta con un plan de US$1,9 billones de estímulo que incluye pagos directos a las familias, apoyos a las pequeñas empresas y fondos para extender la aplicación de la vacuna contra el coronavirus, que hasta ahora ha provocado cerca de 400.000 muertes en el país.
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La generación de empleos de calidad es clave, con un salario mínimo de US$15 la hora, al tiempo que Biden anticipó un apoyo renovado a la manufactura nacional y el desarrollo tecnológico, más la inversión en energías renovables. En campaña, el Jefe de Estado planteó que las corporaciones y «los de arriba» paguen su «parte justa» para salir de la crisis.
«Es lo correcto para nuestra economía, es lo justo y lo decente», comentó Biden. Por otro lado, se proyecta aumentar los impuestos a los hogares más ricos y revertir parcialmente los recortes impositivos otorgados a las empresas durante la administración de Donald Trump, cuando las tasas máximas cayeron del 35% al 21%.