El presidente de Francia, Emmanuel Macrón buscó aplacar las protestas de los ‘chalecos amarillos’ con una batería de medidas entre las que ha ordenado aumentar en 100 euros al mes el salario mínimo, a partir del año que viene – actualmente de 1.185 euros netos mensuales- y que las horas extra estén libres de impuestos ni cargas.
También ha adelantado su intención de alentar a las empresas a que paguen a sus empleados una prima excepcional de fin de año –un bono-, igualmente exonerada de impuestos.
Las cuatro semanas de protestas de los chalecos amarillos han evidenciado la gran distancia que existe entre el presidente y los ciudadanos, que con un discurso breve –de 13 minutos- pero cargado de anuncios ha intentado zanjar, además de declarar a Francia en: Emergencia política, económica y social.
“Queremos una Francia donde se pueda vivir dignamente del trabajo. Y le pido al Gobierno y al Parlamento que hagan lo necesario para ello”, dijo Macron en el discurso retransmitido por numerosas cadenas francesas. El mandatario comenzó condenando la violencia de las últimas manifestaciones que, advirtió, no lleva a ninguna parte: “Cuando la violencia se desencadena, la libertad cesa”, subrayó.
El objetivo de Macron era doble. Primero, presentar medidas que respondan a la demanda de menos impuestos y más poder adquisitivo. Segundo, reparar el vínculo emocional con algún tipo de “mea culpa”.
Los chalecos amarillos —una revuelta sin líderes ni estructura que tiene por emblema la prenda fluorescente que deben llevar todos los conductores en sus automóviles— comenzaron a movilizarse a mediados de noviembre. Se oponían al encarecimiento del combustible. La protesta se amplió a la reivindicación de un aumento del poder adquisitivo que viene en descenso.
Encabezando de manifestaciones que el sábado pasado degeneraron en violencia por tercer fin de semana consecutivo, han ampliado el programa de reclamos hasta exigir la dimisión del presidente de la República.
La incógnita es si los anuncios de este lunes bastarán. Desde que empezaron los bloqueos y las concentraciones, el Gobierno francés no pudo detenerlos, y por ejemplo París prevé una caída de la economía del 0,1% en el cuarto trimestre por la crisis de los ‘chalecos amarillos’
Entre las iniciativas propuestas por el gobierno se incluyen rebajas de impuestos como la supresión de la tasa de residencia para el 80% de la población. En vez de escalonarse en tres años, podía aplicarse de golpe. Lo mismo ocurre con la eliminación de las contribuciones sociales para las horas suplementarias, medida que aumentaría los salarios.
La limitación del aumento de las pensiones de jubilación o la negociación de una prima -lo que en Argentina llamamos bono- para los franceses que se desplazan en automóvil para trabajar son otras opciones. O también una bajada del impuesto sobre la renta para las clases medias y del IVA para los productos de primera necesidad.
La idea es potenciar la llamada política de la oferta. Se trata de poner más dinero en manos de los contribuyentes. Hasta ahora la política de la oferta estaba centrada en las empresas y las personas con mayor patrimonio e ingresos, lo que le valió al centrista Macron el mote de presidente de los ricos. Ahora debería recalibrarse y centrarse en la clase trabajadora. Un giro social muy esperado por su electorado de centroizquierda, pero nunca concretado.
Los chalecos amarillos reclaman al mismo tiempo una rebaja de impuestos y una mejora de los servicios públicos. Francia es el país de la OCDE donde los ingresos fiscales representan una parte mayor del PIB, un 46%. El gasto estatal representa en Francia un 56% del PIB, uno de los más elevados de la UE. El coste de las medidas puede oscilar entre los 12.000 y los 15.000 millones de euros, según algunos cálculos.
Macron quiere complementar las medidas económicas con un cambio de método y estilo. El nuevo método se escenificó en una reunión en el Elíseo con cargos electos y representantes de los sindicatos y la patronal.
Al llegar al poder en 2017, Macron quiso imponer otra manera de gobernar. Se rodeó de jóvenes tecnócratas y dejó de lado a los viejos partidos y sindicatos. Convencido de su genio político al ganar contra pronóstico, prescindió de políticos veteranos que según el pueblo “podrían haberle ayudado”.