Este martes el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) compartió un durísimo diagnóstico de la realidad social y económica del país en el marco de la segunda ola de la epidemia de coronavirus. En el marco de la Colecta Anual de Cáritas, el organismo encabezado por el sociólogo Agustín Salvia confirmó un acelerado aumento de los niveles de pobreza y de indigencia durante todo el año pasado, alertando en especial sobre la situación de vulnerabilidad de la infancia. “De cuatro chicos que se sientan a una mesa, solo uno come todos los días”, explicó.
“Caen en la pobreza familias que siempre tuvieron trabajo, pero que hoy no les alcanzan sus ingresos”, detalló Salvia durante el evento de Cáritas hacia su colecta anual a realizarse los días 12 y 13 de junio, en todo el país. Y añadió: “Nuestra infancia se ve particularmente afectada por esta situación: en Argentina, más de la mitad de los chicos son pobres, porcentaje que alcanza casi el 75% en el Conurbano bonaerense y otras zonas del país. En estos lugares, de cuatro chicos que se sientan a una mesa, solo uno come todos los días”.
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Según el especialista, las privaciones sociales “no sólo se expresan en la pobreza por ingresos, también en el acceso a dimensiones de derechos sociales” como alimentación, salud, servicios básicos, vivienda digna, un medio ambiente saludable, educación, empleo y seguridad social.
En ese marco, remarcó que a fines de 2020 el 41,9% de la población sufría pobreza por ingresos y por la carencia de al menos una de esas seis dimensiones, un aumento de cuatro puntos en relación con el año anterior.
Luego agregó: “La pobreza multidimensional estructural consiste hoy en 24,2% de la población, uno de cada cuatro argentinos es pobre no sólo por ingresos sino en tres de esas dimensiones de derechos sociales. Tenemos un tercio de la población estructuralmente incluido, un tercio estructuralmente excluido y un tercio que está afectado por los vaivenes de nuestro devenir económico”.
En cuanto a la desocupación, Salvia subrayó que durante 2020 la desocupación abierta definida en forma estricta llegó a casi el 14% de la población, pero que las cifras reales serían mayores por la caída de la cantidad de población activa: “Una parte de la población se retira del mercado de trabajo y se declara no activa. Cuando analizamos el efecto desaliento el desempleo sería del 28,5%. No solamente la sociedad fragmentada, no solo mercados del trabajo que no garantizan la inclusión sino ahora una población excluida del mercado de trabajo”.
Respecto de medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) y otras medidas oficiales para sostener a los sectores más golpeados por la epidemia, los valoró como necesarios pero remarcó que sólo aliviaron la situación sin brindar soluciones de fondo: “La pobreza sin IFE y Tarjeta Alimentar hubiera llegado al 50%, pero su incidencia la reduce al 44%. Ningún programa social va a sacar a la gente de la pobreza sino el trabajo”. Y concluyó: “El Gobierno, los gobiernos desde hace varios años, han podido aliviar los efectos de la pobreza con transferencias de recursos. Si no hubiese habido en 2020 programas de transferencia de ingresos hubiera llegado al 20% el porcentaje de la población en pobreza extrema, es decir se hubiera duplicado. Y casi triplicado sin el resto de los programas. ¿Cumplen un rol esas transferencias? Sí, de alivio, pero no necesariamente de inclusión”.