Varios de los históricos sindicalistas argentinos han sido noticia por éstos días. El mayor estruendo lo generó la sustitución de Antonio Caló, después de 30 años de encabezar el sindicato de los metalúrgicos, uno de los más fuertes del país.
La jugada que lo corrió intempestivamente de la conducción de la Unión Obrera Metalúrgica para ubicar a Abel Furlán en su lugar, fue considerada por la víctima, como una “traición”, pero si retrocedemos un poco en el tiempo, había “ruidos” en las regionales del interior desde hace varios años, en demanda de un sindicalismo menos burocrático y más empático con los trabajadores.
Si algo faltaba para encender esta “alarma” en los sindicalistas históricos, que parecían eternos, fue amarrarse con demasiada fuerza a la figura de Alberto Fernández, que en momentos de profunda crisis económica y mayor debilidad política -por la ruptura del Frente de Todos- no resultó en absoluto el mejor muelle de donde amarrarse.
Un típico símbolo del fenómeno que marca la época fue la pérdida de poder de Luis Barrionuevo en la Ciudad de Buenos Aires, la regional más fuerte de los gastronómicos. A la repetida situación de desgaste, multiplicada por la pandemia, se le sumó la división de bienes matrimonial, consumada al separarse el octogenario de la diputada Graciela Camaño, mujer influyente del Lavagnismo, que en su reclamo patrimonial, pareció “llevarse” también parte del sindicato en la persona de su hermano, Dante Camaño.
Otro caso con alguna similitud es el de Armando Cavallieri, también con más de 80 años y 40 al frente del gremio más grande y numeroso del país, -1,2 millones de afiliados-, que en su momento disfrutaron del turismo de la FAECYS o de la Hotelería porteña en casos de problemas de salud, o de los distintos beneficios y conquistas de un sindicato pujante que se abrigó siempre al calor de los gobiernos de turno.
Más de una vez, sindicatos amigos, se beneficiaron con la solidaridad de los Mercantiles que tenían para sí y para otros. Pero las dificultades del aislamiento en la cuarentena, hicieron que esos beneficios se invisibilizaran, y las prestaciones que, en su momento, acercaban las bases a sus referentes, se fueron disipando, además de atravesar dos duros años de despidos durante la pandemia: cierre de comercios y locales, caída de ventas y fuerte recesión.
Hoy, de cara a las elecciones, nuevamente Ramón Muerza, su acérrimo rival, podría quedarse con la conducción del gremio de Comercio, luego de varios sufragios polémicos y cooptados por permanentes enfrentamientos y denuncias cruzadas.
Algo similar le ocurre a Roberto Fernández de UTA, cada elección es una trampa en la que su «archienemigo», Miguel Bustinduy, lo tiene contra las cuerdas y preso del escándalo, con acusaciones y denuncias. Es que el chofer tiene muchos años de delegado e integra la comisión directiva, y viene ganando posiciones por trabajo y perseverancia, además de por pertenecer a lo que se llama la renovación generacional de los sindicatos.
Ni siquiera, quienes fueron verdaderamente “esenciales” en la pandemia y más que eso, -me refiero a los médicos y a enfermeros-, tuvieron la recompensa salarial que merecían. Un melancólico aplauso y algunas “tibias” peleas sindicales con sabor a poco, también cuestionaron desde abajo, la titularidad de sus superiores, entre ellos, Héctor Daer, de Sanidad, otro histórico que hoy resulta la “pata” más conservadora dentro de la CGT.
Y tampoco resultan intocables los líderes camioneros en la misma revuelta. La disputa y los “trapos” allí intentan limpiarse en «casa”, pero por la propia personalidad grandilocuente de los actores, no siempre resulta ser así. Por el contrario, suelen escaparse chispazos y declaraciones que los ponen en veredas enfrentadas, que exponen a las dos generaciones con miradas distintas, -como la última foto del padre con Alberto y el hijo con Máximo- una contradicción que casi ya vuelve indispensable que Hugo se corra para que nazca, Pablo.
En fin, mucho hay por analizar, pero aires nuevos se respiran y posibles sorpresas sindicales se avecinan. Algunos de ellos sabrán reagiornarse y adaptarse a los tiempos que corren y otros quedarán como testigos del cambio de época, del contexto local y global, de un mundo completamente revolucionado y en guerra, como la política Argentina y por qué no, como algunos sectores sindicales hegemónicos que se disputan conquistas, derechos y privilegios.