Nota publicada en Informe Político
Quizás habría que ir hasta aquel traslado de los restos del General Perón a la quinta de San Vicente, para encontrar otro momento histórico donde de manera tan evidente el ‘diablo’ haya metido la cola en un acto del Movimiento Obrero. O en aquel caso la Pata.
Ayer, el escenario montado por la Confederación General del Trabajo fue literalmente usurpado en ausencia de quienes minutos antes habían cerrado una contundente medida de fuerza en contra del gobierno nacional, acompañada por una masiva convocatoria, que esta vez no contó con un paro del sector del transporte, por lo debe acrecentar la lectura en la capacidad de convocatoria. Aunque la expectativa creada en la previa (no tanto por la conducción de Azopardo, sino más bien por quienes avanzaban en fijar agenda al triunvirato) de decretar un paro nacional, provocó discursos por debajo de lo que muchos esperaban.
Aún así, se instaló rápidamente un relato estadístico que recordó la cantidad de paros que los trabajadores le realizaron a diferentes gobiernos, cuando nunca se puso tanto empeño en enumerar la difusión de golpes financieros, lock out patronales, corridas bancarias u operaciones de sectores concentrados de la economía Argentina que en decenas de oportunidades se han repetido desde la recuperación de la democracia a la fecha.
Y más allá de si tal o cual sector político o gremial aprovechó la ocasión para reclamar la falta de definición en la fecha de un paro nacional, lo cierto es que ésta movilización obrera nació por los miles de despidos, cesantías, suspensiones en la actividad industrial del país, donde los gremios del calzado, textiles, metalúrgicos y automotrices, entre otros, están siendo de los más castigados.
Los miles de trabajadores marcharon por las pérdidas de horas extras, adelanto y extensión de vacaciones y amenaza o concreción de cierre de empresas de producción local, con patronales, que, a excepción de gran parte de las PYMES, hacen un camino en paralelo, ‘re convirtiéndose’ muchos en importadores y otros haciendo cola a la espera de más subsidios, nuevos repro y demás beneficios del Estado Nacional, en muchos casos incluso, para realizar despidos y financiar indemnizaciones, con una llamativa inacción de gran parte de los funcionarios de turno.
Está claro que los sectores de izquierda jugaron como siempre su particular partido. Y que los representantes del kirchnerismo puro hicieron su propio acto. Tampoco es difícil imaginarse a unos cuantos integrantes del actual oficialismo descorchar champagne o servirse su preferida bebida light helada para hacer brindis triunfales por los sucesos de ayer. Por estas horas muchos despachos ministeriales estallarán en sonrisas y carcajadas. Aunque es probable que muchos también sepan que las alegrías circunstanciales, así como las mentiras repetidas tienen patas cortas. De hecho el conflicto con los docentes es una clara muestra de la gran incapacidad de manejo político, si se piensa que con usar el descalificativo de ‘preceptor’ o convocando a una troupe voluntariada, se podrá tapar la pésima propuesta salarial planteada y el chicaneo a la paritaria nacional y al rol gremial, para sacarse de encima el peso de ser responsables de las ausencias de guardapolvos blancos en prácticamente todo el país.
Como sea, al mismo tiempo, la dirigencia sindical debe tomar nota de lo sucedido. Y más allá de argumentar la responsabilidad institucional que representa cada una de sus acciones, comprender que hay un margen de conducción táctico para enfrentar el contexto actual que se agotó.
Por lo que es de esperar, en este sentido, que lejos de aparecer el pase de facturas por tal o cual omisión, se procure ampliar el arco de representatividad laboral, incluso documentando la proclama. Porque la alternativa de caer en la trampa que invita hacia una ruptura y una profundización en la falta de criterios conjuntos (con la profundización de una crisis que siempre terminó perjudicando a los sectores de menos recursos), podría arrastrar a una pérdida de fuerza en la protesta, debilitando las acciones por el cambio de rumbo en las políticas económicas que se demanda, con una urgencia que ya empieza a ser extremadamente acuciante para gran parte de la fuerza del trabajo.