Según un relevamiento realizado por el Laboratorio de Economía Nacional e Internacional, a partir del año pasado comenzó a acelerarse la morosidad del sistema financiero nacional, llegando a duplicar la cifra de 2015.
En diciembre de 2015 los créditos impagos llegaban al 1,8% del total, mientras que desde la crisis cambiaria de abril del año pasado y la disparada inflacionaria esta cifra, que se había mantenido relativamente estable durante los dos primeros años de gestión de Cambiemos, comenzó a crecer hasta llegar al 3,9%.
Según los especialistas, si bien la cifra es preocupante y marca el punto más alto desde la crisis financiera internacional de 2008, aún se encuentra lejos de configurar un escenario de crisis o de ruptura severa de la cadena de pagos. Como comparación, se recuerda que durante la crisis de 2002 la morosidad llegó al 40% (se considera que un crédito está en mora después de los tres meses de no pagar los intereses o el capital principal de la deuda, pero aún no se considera irrecuperable).
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Ernesto Mattos, autor del informe, detalló: “Esta aceleración de la morosidad ocurrió durante 2018, producto de la recesión económica, que de no cambiar se estarían generando las condiciones para un escenario de depresión económica, dependerá de las herramientas que utilice el gobierno para reactivar la economía real y que se frene la morosidad y los cheques rebotados”.
“La morosidad del sistema financiero en el caso argentino alcanza en el sector privado un 3.8% y en el público un 3.6% ambos datos si los comparamos con los restantes países de la región, la Argentina, es la tercera economía con mayor morosidad del sistema financiero, el primero es Colombia, el segundo Uruguay”, añadió el especialista.
La perspectiva para los próximos meses está lejos de ser optimista, ya que no se ve una clara tendencia a la recuperación económica, a la baja de la inflación o a la reducción de las tasas de interés, factores que inciden fuertemente en la morosidad. Otro factor crucial es la política monetaria restrictiva aplicada por el Banco Central, que limita las posibilidades de financiamiento de las empresas, que se ven entrampadas en un escenario de constantes aumentos de costos, baja de ventas en el mercado interno e imposibilidad de obtener créditos a tasas razonables.