Si la inflación promedio reconocida por el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) para el año 2018 fue de 47,6%, el aumento de los servicios y de muchos productos de la canasta básica muy por encima de esa cifra hizo que los sectores sociales menos pudientes registraran índices inflacionarios mucho mayores. Así, los precios de los consumos de los sectores definidos como “pobres” por sus niveles de ingreso aumentaron un 52,9% y los de los “indigentes” un 53,5%.
Según el organismo estadístico nacional, una familia tipo (matrimonio y dos hijos) necesitó en diciembre $25.493,80 para superar el límite de pobreza (en el mismo mes de 2017 hacían falta $16.677,44) mientras que para no ser indigente se requirieron ingresos por $10.197,53 (un año atrás eran $ 6.644,40).
En algunas provincias del país, las cifras de inflación para las canastas de pobreza (alimentación y servicios) y de indigencia (que sólo toma en cuenta los alimentos básicos) llegaron a récords aún mayores. En Mendoza los pobres sufrieron una inflación de 56,7% y los indigentes de 54,4%. La inflación golpea más fuerte a los sectores más desfavorecidos económicamente.
Además del constante ajuste de los servicios públicos, con cifras muy superiores a las de la inflación promedio, el aumento de ciertos alimentos básicos fue factores que más impactó en esta situación. Según el Indec, en CABA y Gran Buenos Aires la harina pasó de $11,03 a $30,32 (aumentos de 174,9%), haciendo que los fideos aumenten un 101% y el pan francés un 81,2%. La yerba aumentó 71,2% en un año y la manteca un 51,6%.
Alejadísimos de las promesas de pobreza cero, el Gobierno ya da por descontado que el número de pobres e indigentes ha vuelto a crecer en el país. Las cifras de pobreza e indigencia del segundo semestre de 2018 se conocerán recién a fines de marzo.