La contundencia de la medida fue innegable, celebrada por unos y reconocida por otros. Para el Gobierno, una vez más, la excusa estuvo en la ausencia de transporte, a la que atribuyen el alto acatamiento al paro. Más allá de eso, en el Ejecutivo, aunque expresaron que la protesta tenía fines «electoralistas» y que están «hartos de los paros», tomaron nota y hoy deberán levantar los teléfonos.
Desde la Central Obrera, respiran hondo. Salió todo bien. Después de largo tiempo de postergaciones, de idas y vueltas, fragmentaciones y disputas internas, las condiciones a las que Mauricio Macri llevó el país, forzaron el quinto paro nacional, lo condujeron, más allá de la conciencia de que la medida, a esta altura de la gestión, no signifique cambio de políticas ni revisión de rumbos.
Era urgente visibilizar que la situación “no da para más”. Los sectores de la industria están cada día un paso más atrás y ya no sólo se trata desde el sindicalismo de pelear por los puestos de trabajo y las condiciones en las que se desarrollan las tareas en las fábricas. Además de detener la sangría de despidos, hay que contener a ese tejido social desmembrado que pierde su empleo, su salario, su estabilidad económica y psíquica.
De hecho, el sector PyMEs, no sólo acompañó la medida sino, que contribuyó a gestarla, porque el problema con el que conviven es el mismo: la industria nacional, el emprendimientos, los comercios, van en caída libre y parecen no encontrar piso.
Son los efectos de la recesión lo que les afecta a unos y a otros como las dos caras de una misma moneda. Y también patalean las medianas y grandes empresas, aunque orgánicamente la CAME haya salido a criticar la medida y la UIA ni siquiera se haya expresado claramente al respecto.
Pero en los pasillos, en off, los empresarios reconocen que “nos está yendo mal a todos” por lo menos en el ámbito de la producción, pues sabemos que aquellos que tienen recursos económicos en abundancia, cuentan con un amplio abanico de posibilidades de «inversión financiera” en esta bendita Argentina de hoy.
Lo cierto es que más allá de los entretelones, el Gobierno, en plena campaña electoral y con algún viso más de optimismo de volver a ser gobierno que la semana pasada, -donde Cristina “copó” toda la escena con la fórmula sorpresa, Fernández – Fernández-, intentará restablecer el diálogo con la CGT para aislar a Hugo Moyano y las CTA.
Así, irán por un nuevo acercamiento, que impida un nuevo paro antes de que termine la gestión tal como ya anticipó Camioneros, envalentonado con la posibilidad de que el Fernandismo llegue al poder y “vuelva a estar del lado de adentro”, por lo menos por algún tiempo.
Qué tiene el Gobierno para ofrecerle hoy al sector obrero, a meses nada más de refrendar su gestión en las urnas con un pésimo pronóstico para la economía, un endeudamiento histórico y la sujeción a un acuerdo arbitrario con el Fondo Monetario Internacional? Es lo que deberán analizar los interlocutores a los que les sea asignada la difícil tarea, entre los que se encuentra el ministro, Dante Sica -que insiste con la reforma laboral-, de buena relación con los gremios pero con pocas o muy pocas herramientas para lograr avances.
Mientras tanto desde la CGT, sus principales referentes buscan con cierta «urgencia» más definiciones políticas del «Peronismo» paraguas donde casi todos aspiran refugiarse, y «exigen unidad», como única garantía de éxito el 27 de octubre.
L.B