Rosario vive una situación muy particular, no ajena a las grandes urbes del país, donde se disputan innovadoras formas de trabajo y en consecuencia, también novedosas formas de relacionamiento laboral. Uber, la empresa de transporte de pasajeros fue pionera en el intento de desembarco en la Ciudad de Buenos Aires y los principales conglomerados de la Argentina.
En el caso de Rosario, Uber lo hizo sólo desde la presentación del proyecto, pero algunas empresas lograron en esa ciudad santafecina el desembarco operativo y concreto por ejemplo: de Rapi y Glovo (la primera de Trasporte urbano de pasajeros y la otra de servicios de cadetería, mensajería y logística).
La preocupación fue in crescendo por lo que la incidencia de esta nueva modalidad de trabajo que involucra nuevas relaciones laborales llegó hasta el concejo Deliberante debido al conflicto gremial que ocasionó, ya que las nuevas relaciones laborales establecidas, lejos de ser nuevas remontan a la vieja «explotación laboral”.
En ese sentido Gustavo Franco, de EDA, dialogó con el concejal justicialista de Rosario, Eduardo Toniolli, quien contó que «estas empresas se presentan como aplicaciones -que no son tales- sino que son empresas que utilizan la idea de la Economía Colaborativa que sólo es un eufemismo que esconde empresas cuya única lógica es la de la precarización”.
Bajo esa excusa, estas empresas “pretenden funcionar en la ilegalidad, sin control y regulación” –argumentó el concejal-. Lo que piden es ni más ni menos que “un traje a medida donde se las considere aplicaciones y no empresas”.
“En ninguno de los casos estas compañías están en una franja de vacío legal que haga que no se las pueda controlar – como se pretende instalar-, –explicó Toniolli-, “lo que sucede es que son empresas con mucho poderío económico, con capacidad de instalar su marca y generar una demanda presentándose como un nuevo como sistema de intermediación, pero la ley actual es suficiente para que se sujeten a derecho”.
“Son empresas que facturan mucho dinero y utilizan el espacio público, entre otras cosas, pero hasta en el lenguaje desconocen las relaciones laborales de dependencia que ellos mismos generan: de hecho a su gente la denominan rapitenders o glovers, en lugar de trabajadores”.
“En definitiva es trabajo, -justifican desde algunos sectores que antes eran esquivos y que ahora flaquean ante la compleja situación-, pero lo cierto es que no puede regularse cualquier cosa siendo que negrean a los trabajadores y dificultan inspecciones, controles, y retrocedemos en el tiempo”, fustigó el edil.
“Lo cierto es que no queremos hacer chovinismo pero si vienen a competir al mercado que cumplan las reglas establecidas en la ciudad, que no evadan controles e impuestos. Son empresas que utilizan nuevas tecnologías, pero también hay aplicaciones oficiales que las utilizan y funcionan normalmente y tributan como corresponde. No sería justo» -concluyó Toniolli-.