“Hay quilombo en todas partes” me dijo con sobredosis de simpleza un compañero delegado en una de las tantas asambleas convocadas para enfrentar el avance sobre los derechos laborales adquiridos. Escenario complejo. Pero está claro que el principal fortalecimiento que debe sostener la dirigencia sindical, es la presencia efectiva como mandato irrenunciable frente al cargo que ocupan por elección de las trabajadoras y trabajadores que representan.
El peligro que primen las acciones de acomodamientos en función de la ‘propia cosa estructural’ es otra de las cuestiones a atender. Ahí cada uno sabrá. El desgano es uno de los enemigos a combatir para que no se imponga el desaliento con sometimiento y domesticación entre los/las laburantes. La conciencia de lucha es sostén gremial. Mantener la llama viva es objetivo central.
Lo que podría definirse como el Movimiento de Obreros y Empleados Organizado Argentino (MOEOA) debe por historia fijar territorio. Es de manual. En este sentido la Unidad es una necesidad dialéctica como concepto supremo, aunque es claro que cumple una función utópica en cuanto a idea de horizonte como destino en el andar. Lo que no es poco, pero por eso también hace mucho se dio a luz esto de la “unidad en la acción”.
Las estructuras del sindicalismo son movimiento, están en movimiento. De lo contrario se quiebran y resquebrajan. El movimiento como generación de renovación. No de cambio. El cambio es un decir patronal. El hacer sindical debe renovar, sin que esto implique fin de mandato. No hay fin de mandato. Aunque con obligación sí en la permanente renovación. De lo contrario ya no se conduce, aunque se permanezca en el cargo. Por lo que se corre el riesgo de ‘no estar a la altura de las circunstancias’. Primero la organización antes que el hombre (y después q’ la Patria), no?
Desde el derrocamiento a Perón para acá, por tampoco abundar, la unidad sindical no tiene prácticamente registro alguno. Al menos en lo que hace específicamente a la tironeada sigla CGT –CONFEDERACIÓN GENERAL DEL TRABAJO-. Hoy la discusión está en superficie, con dos propuestas mayoritarias que están en proceso de agrupamiento para constituir alternativas que incluso podrían funcionar en diálogo permanente y hasta acordar políticas gremiales conjuntas, a fin de no equivocar el eje puesto en el valor signado por el bienestar de la Fuerza del Trabajo.
No está mal poner en práctica aquello de “la diferencia es entre los dirigentes”. Ahí cada uno sabrá. Pero esté claro que el trabajador demanda Cuestiones Laborales de Estado. Hora de definir agenda. Es simplemente poner la táctica en función de la estrategia matriz. Tomar nota de los años del frondicismo con Perón en el exilio, sería un buen punto de partida.
“Los Sindicatos son de Perón” remite también al vínculo sindicatos/estado. El rol del Estado en las leyes laborales es Peronista. Y ese es un legado que el sindicalismo argentino debe hacer cumplir. Y si la pelea es en el campo que propone el estigma “democracia sindical” también dar disputa en ese punto. Porque la Democracia Sindical que ejerce el MOEOA le es propia, en continua fricción con el Poder Ejecutivo de turno.
Para ejemplificar en coyuntura, la última semana volvió a exhibirse claramente el avance para poner a prueba la legitimidad del ejercicio de la huelga. La muerte de dos trabajadores de una escuela pública en la Provincia de Buenos Aires se convirtió en una demostración concreta de lo que en verdad se está discutiendo. Un duelo, un luto que se repite todos los días. Basta con revisar la cantidad de muertes diarias en lugares de empleo. Pero todo vuelve rápidamente a otro eje. El enfoque del análisis prioriza el monto de las multas. Objetivo claramente amedrentador, ayudado por el fogoneo permanente hacia el desprestigio de la actividad gremial (a veces con algo de ayuda propia), pero siempre con la mira puesta en el debilitamiento de la representatividad sindical y no en una mejora para el bienestar de las Familias Trabajadoras.
Porque hay otro tejido tenaza empresa/estado que pone en práctica algo parecido al lock out patronal consensuado, en los que las patronales no se hacen presentes a las conciliaciones obligatorias, sin que exista ningún tipo de apercibimiento. Más acrecentado aún en el particular vínculo estado/estado en negociación paritaria. Todas ecuaciones que en la práctica suelen ser catalogadas como salvajes acciones sindicales, apenas se aprueba y explicita un Estado de Alerta.
Muy de manual. Demasiado obsceno. La peor vulneración será concretada si se disminuye la confianza y credibilidad que deben exhibir las organizaciones que representan a los trabajadores. Con el peligro cierto en sufrir un golpe al riñón a la participación y el protagonismo de la masa asalariada y los sectores de menores recursos, hoy acrecentados por los miles de despidos mensuales; para dar pelea a políticas que ya están estableciendo una flexibilización de hecho en las normas que rigen los contratos de empleo y la presión a acordar incrementos del poder adquisitivo a la baja, en relación a un proceso inflacionario que sigue cuesta arriba.
Cualquiera sea el camino que recorramos hacia las elecciones de 2019, los derechos laborales, el rol del Estado Nacional y el margen de maniobra como país soberano e independiente estarán debilitados, frente a un poder económico-financiero con contundente poder de fuego, que no sólo tiene planes para la Argentina, sino para toda la región Latinoamérica. Procesos de características similares, a la usanza de todos los tiempos. A diferencia de 2001, no será tierra arrasada, sino territorio condicionado, para ser gobernado con mandato más de carácter externo que local. En este sentido también es funcional los aportes de campaña puestos en exhibición para prácticamente todo el arco político/empresarial-oficialismo/oposición (… y siguen las firmas).
Por detrás se asoma un desprestigio a los partidos políticos. Algo vuelve a oler a aquellos de “que se vayan todos”, aunque en este caso hay quienes ya tienen todo listo para desde el campo privado ocupar ese posible espacio vacío.