Distintos emprendimientos nacieron al calor de la crisis económica, similar en varios aspectos a lo sucedido en el 2001, con clubes de trueque por ejemplo y la proliferación de ferias al estilo «La Salada» en la provincia de Buenos Aires.
Justamente, en territorio bonaerense, y en localidades con altos índices de desocupación como Mar del Plata y Olavarría, cada vez son más las ferias con decenas de puestos. Allí, trabajadores se encargan de vender ropa a precios módicos. «El formato low cost requiere una inversión de U$S20.000 y la persona se asocia en un porcentaje de los ingresos y se encarga de la administración diaria. El que decide abrir su propia feria requiere de una inversión de hasta U$S120.000, paga un 5% de fee mensual y un 1% de publicidad. Su ganancia surge del alquiler de los locales y de la venta de ropa a los locatarios», explicó un organizador de este tipos de emprendimientos.
En este contexto, también se incrementaron las ferias americanas que ofrecen ropa usada a buenos precios. «Lucir ropa usada es una tendencia en crecimiento que ya adoptó desde la clase media hasta la clase alta. Toda la ropa se recibe en consignación, no tenés clavos ni sobre stock, tenés poca inversión y la ropa se vende a precios accesibles», destacó Marcelo Schijman, director de Franchising Company.
La Ciudad de Buenos Aires no se queda atrás: de acuerdo a la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) se ha registrado un incremento del 15 % en el número de ferias internadas. El principal foco, de 78 ferias, se ubica en el barrio de Floresta y comprende la avenida Avellaneda, la calle Bogotá y calles aledañas.
El segundo puesto corresponde al foco ubicado en la zona conocida como Once, perteneciente al barrio de Balvanera, donde se ubican 21 ferias. En Liniers hay 12 ferias. Según la CAC, hay un predominio de indumentaria y calzado en los puestos pero también se observó venta de alimentos y bebidas. La comercialización de productos falsificados o de dudoso origen fue detectada en el 32% de las ferias.