Nuestro país volvió a recibir una pésima nota en el Ranking Mundial de Competitividad que realiza la escuela de negocios suiza IMD, en el que retrocedió cinco puestos respecto del año pasado, ubicándose como el tercer país del mundo menos competitivo, después de Venezuela y Mongolia.
El ranking IMD se viene elaborando desde 1989 sobre 63 países del mundo y Argentina siempre estuvo en los últimos puestos. Entre 2002 y 2002 alcanzó el segundo peor lugar, recuperando en el período 2012, para volver a caer en 2014 y remontar algunos puestos nuevamente en 2016.
Singapur se ubicó en la cima del ranking por primera vez, seguido por Hong Kong, Estados Unidos, Suiza y Emiratos Árabes, lo que da la pauta del tipo de economías que se consideran deseables para los analistas. De nuestro continente, el país mejor ubicado es Chile.
La explicación de estos malos desempeños argentinos tiene que ver con los indicadores que toma la evaluadora internacional. El índice de cada país se conforma cruzado datos concretos como la evolución del PBI, el desempleo o el gasto en educación y salud con otros que se derivan de las percepciones de un sector de ejecutivos vinculados. La información luego se organiza en cuatro áreas: rendimiento económico, infraestructura, eficiencia gubernamental y eficiencia comercial, para dar una puntuación final para cada país.
Desde esta mirada plenamente empresarial y de «libre mercado», nuestro país obtuvo buenas notas en infraestructura y eficiencia en los negocios, destacándose como datos positivos la concentración de las exportaciones, los precios de los combustibles, el costo de vida y los flujos de inversión directa, mientras que se marcan como negativos la evolución inflacionaria y y la balanza de cuenta corriente, entre otros factores.
En el rubro “eficiencia del gobierno”, el análisis remarca como virtudes las políticas datos como las políticas inmigratorias, la tasa efectiva del impuesto a la renta personal o los ingresos fiscales recaudados, mientras que, en línea con el discurso neoliberal predominante, se consideran “debilidades” la inestabilidad del tipo de cambio, la política del Banco Central, el gasto en subsidios e incentivos a la inversión, el fondeo de las jubilaciones y las regulaciones laborales.
En cuanto a “eficiencia en los negocios”, se destacan como problemáticas la remuneración del management y los servicios profesionales en dólares y las cambiantes condiciones de mercado, la imagen del país en el exterior y la satisfacción del cliente, entre otras variables. Se consideran positivas la inversión en telecomunicaciones, el costo de la electricidad para las industrias y la relación entre la cantidad de maestros y alumnos (aunque señala como baja la cantidad de graduados en ciencias e ingeniería y la inversión total en educación).
Coherente con este diagnóstico, coincidente con el del FMI y los analistas del Gobierno nacional, la entidad recomienda continuar con los planes de reducción del déficit fiscal y reducir los costos monetarios para la creación de empleo en el sector formal (lo que implica avances en algún tipo de reforma laboral).