Aglomeraciones en La Salada y Flores: Una creciente tensión entre reactivación económica y riesgos sanitarios

En estas jornadas previas a las celebraciones de Navidad, se difundieron imágenes sobre multitudes realizando sus compras sin respetar ningún tipo de distanciamiento social tanto en la megaferia de La Salada, en el partido bonaerense de Lomas de Zamora, como en la avenida Avellaneda, en el porteño barrio de Flores. En el contexto de repunte de los contagios, las escenas son especialmente preocupantes y muestran con claridad la contradicción entre la importancia de sostener las precauciones sanitarias en un escenario en el que la epidemia de coronavirus parece estar lejos de terminar y la necesidad de ir reduciendo algunas restricciones para reactivar una economía fuertemente impactada por la pandemia.

La Salada reabrió el pasado 21 de octubre, tras más de 200 días de cierre por la cuarentena, presuntamente con una serie de protocolos especiales de cuidado que buscaban minimizar las posibilidades de contagio tanto para los clientes como para las decenas de miles de trabajadores de las distintas ferias que funcionan en el inmenso predio (Urkupiña, Punta Mogotes, Ocean y otras sobre las calles Ribera Sur y Virgilio). El funcionamiento acordado con el municipio encabezado por Martín Insaurralde contemplaba una alternancia de puestos pares e impares cada día (unos 10 mil cada día), garantizando una ocupación máxima de un 30% de la capacidad del lugar para lograr un relativo distanciamiento social. También se había comprometido la instalación de seis corredores sanitizantes, con control de temperatura y una provisión constante de alcohol en gel, así como de una dinámica de “burbujas” en cada local. La Salada abre los sábados, lunes y miércoles desde las siete de la mañana hasta las dos de la tarde, aproximadamente.

Pero de esto hace dos meses y en la cercanía de las fiestas de fin de año, con la posibilidad de un repunte de ventas que compense las millonarias pérdidas de este año complicado, en combinación con el relajamiento general de los cuidados que se constata en toda la ciudadanía después de 9 meses de distanciamiento, evidentemente llevó a un relajamiento de los protocolos y a una situación potencialmente muy peligrosa en términos sanitarios.

Reabrió La Salada, con 10 mil locales por día y estrictos protocolos sanitarios

En uno de los videos que se viralizó en estos días se ve a la gente apiñada en la entrada a Urkupiña, lo mismo que en los corredores entre los puestos, donde los controles también fueron superados por la masiva concurrencia. Una situación similar se puede apreciar en otro video que circuló esta semana mostrando aglomeraciones similares en el polo de indumentaria del barrio de Flores, en la avenida Avellaneda y algunas calles aledañas. Aquí también se repitió otro clásico de la época, que es el conflicto entre los comerciantes y los manteros que ofrecen su mercadería en las veredas, buscando también aprovechar el movimiento para generar ingresos que les permitan celebrar un fin de año algo más desahogado luego de meses de fuertes dificultades.

Hace unos días, ante la confirmación del creciente número de casos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires Axel Kicillof había propuesto que quienes tengan pensando reunirse con familiares en Navidad y Año Nuevo hagan una cuarentena previa de 14 días para minimizar las posibilidades de contagio, especialmente en relación con los adultos mayores de la familia. En CABA también se confirmó un crecimiento del número de casos que tampoco motivó la implementación de medidas especiales o a un incremento de las restricciones.

En este escenario resulta muy probable que la tendencia hacia un rebrote se confirme durante las primeras semanas de enero. Si bien los gobiernos de Nación, Provincia y Ciudad confirmaron el cambio de tendencia y alertan sobre los peligros de estas aglomeraciones, consideran casi imposible volver a un esquema de mayores limitaciones circulatorias después de 9 meses de distanciamiento y en vísperas de las Fiestas, con un evidente hartazgo social respecto de las medidas sanitarias y, además, con la necesidad de continuar reactivando distintos sectores de la economía para comenzar a compensar niveles de pobreza que superan el 40%. Además, la apuesta oficial en el área social pasa por la inyección de fondos millonarios en distintos planes sociales, asignaciones, tarjeta AlimentAr y otras herramientas para compensar parcialmente el deterioro económico y social generado por la epidemia en los sectores más vulnerables y fomentar la reactivación impulsando el consumo gracias a una serie de aumentos de fin de año en los distintos beneficios.

Así, por el momento las únicas medidas oficiales en términos sanitarios en todos los distritos se limitan a apelaciones más o menos inconducentes a la responsabilidad individual mientras se espera que los planes de vacunación comiencen a dar prontos resultados antes de que una segunda oleada de la epidemia golpee a nuestro país, como está sucediendo en Europa.