La medición que impacta en forma más negativa es la que toma como único ingreso del hogar, el salario. En ese caso, ocho de cada diez trabajadores formales no alcanzan a cubrir la canasta básica y lejos de parecer revertirse en el 2022, con el alejamiento de la pandemia, la situación se profundizó en los tres primeros meses de este año y las perspectivas no son alentadoras.
Esa es la consecuencia de la aceleración inflacionaria y una política de ingresos y precios que no logra su objetivo. De ahí la foto que no queremos ver: ocho de cada diez personas ocupadas en trabajos formales cobra por debajo de la línea de pobreza.
La brecha incluso se amplió en los últimos meses, en medio de un fuerte debate sobre quien tiene la responsabilidad de lo que ocurre. El Gobierno le atribuye una fuerte especulación al sector empresario, que presiona los salarios a la baja y empuja los precios al alza. En el medio, el gobierno pivotea entre una política que busca que los salarios le ganen a la inflación y el estrecho margen de maniobra al que se comprometió con el Fondo Monetario y los sindicatos sentados a la mesa tripartita, buscan acuerdos que permitan por lo menos “no seguir perdiendo poder adquisitivo”.
La Mesa de Concertación acordó lineamientos para crear empleo y mejorar ingresos – Estado de Alerta
De acuerdo a los últimos datos del INDEC, el 80% de la población ocupada al tercer trimestre del año pasado contaba con ingresos inferiores a los 70.000 pesos, frente a una canasta básica en ese momento de 68.359 pesos y una cesta alimentaria de 29.213 pesos. El 40% de la población no alcanzaba a cubrir la ingesta mínima de alimentos porque percibía ingresos inferiores a 30.000 pesos. Esa relación empeoró en los últimos meses, pese a la reapertura de algunas paritarias y el poder adquisitivo de los salarios no recupera terreno. En diciembre se había llegado a mejorar 4%, dado que los salarios del sector registrado habían avanzado 55,3% en 2021 y los precios minoristas, un 50,9%, aunque con una alta incidencia de inflación en alimentos. El dato se conocerá en abril.
Jorge Paz, investigador principal del Conicet y director del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico explicó que «en términos individuales (ingresos y canasta por persona), el 25% de los trabajadores son pobres en la Argentina. La canasta básica por persona se ubicaba en el tercer trimestre en 22.122 pesos promedio, sin contar obviamente el precio de un alquiler.» Si bien los datos corresponden al tercer trimestre de 2021, la situación de estos ocupados en ese sentido no cambia demasiado de un año a otro porque se debe principalmente a un fenómeno estructural del mercado de trabajo: la informalidad.
En este proceso se puede ver la involución de los salarios. En la primera parte del año la inflación volvió a acelerarse, incluso antes de que se desatara la guerra entre Rusia y Ucrania, que disparó los precios de los alimentos y la energía. En enero de este año, la canasta básica alimentaria (que indica el límite de la pobreza por ingresos) subió 4,2% mensual, mientras que la alimentaria (línea de indigencia) lo hizo 3,3%. Al mes siguiente la canasta total se disparó 9% y la alimentaria escaló 6,6%. En febrero la canasta básica para una familia tipo de cuatro integrantes, dos menores y dos mayores, se ubicó en 83.807 pesos, con un alza solo en el primer bimestre del año de 13,6% respecto de diciembre último. Ese mismo hogar necesitó 37.413 pesos para poder alimentarse en febrero.
La suba de los salarios formales medida por el INDEC arroja un alza entre el tercer y cuarto trimestre del año pasado de 16%, mientras que en ese lapso la canasta básica avanzó 11,4%, pero en los primeros meses de este año la tendencia se revirtió. Si bien restan los datos de febrero, el RIPTE (Remuneración Imponible Promedio de los Trabajadores Estables) para enero anticipó un alza de 4,6%, similar al alza de la canasta. Sin embargo, para el mes siguiente la suba salarial que anticipa el mercado estaría en niveles similares a los de enero, mientras que la canasta básica total avanzó un 9%. A esto se sumará la inflación de marzo, que se anticipa récord, producto del impacto de la guerra y a maniobras especulativas de empresas alimenticias en el marco de una escalada global de precios en el mundo.
Frente a ello, ya las encuestas de opinión, hablan de un reclamo generalizado de aumento de salarios y jubilaciones debido a la pérdida de poder de compra que se profundiza cada día y que se traslada automáticamente a caída del consumo, que no redundará más que en una caída de las ventas, la producción y por ende, el Producto Bruto Interno, justamente el opuesto a la reactivación que se intenta acelerar.