Si bien la excusa del encuentro es el lanzamiento de una plataforma de formación profesional que permita capacitar en distintos oficios a trabajadores que hoy se encuentran en la informalidad, el cónclave sumó una fuerte motivación política: retomar los vínculos que tejieron en su momento como red de contención para llevar a la cabeza del poder a Alberto Fernández y ponerlos a disposición nuevamente de un presidente “necesitado” de alianzas, -hoy más que nunca-.
La idea es repetir el apoyo que hace dos años la Central Obrera le dio a Alberto Fernández, junto al gobernador, Juan Manzur, uno de sus alfiles que pudo mantenerse invicto en las PASO del domingo 12, en un contexto donde muy pocas provincias argentinas evitaron vestirse de amarillo debido al sorpresivo triunfo de Juntos por el Cambio.
Allá por julio del 2019 y con una verdadera demostración de fuerza, participaron en el “Jardín de la República” unos 3.500 dirigentes sindicales provinciales, regionales, nacionales, y hasta la UIA de Miguel Acevedo se sumó expresamente, para encolumnarse detrás de la fórmula Fernández Fernández. Lo mismo hicieron los sindicatos alineados al Frente Sindical por el Modelo Nacional que integran el líder camionero Hugo Moyano, el bancario Sergio Palazzo, Ricardo Pignarelli (SMATA, trabajadores mecánicos), la Corriente Federal de Trabajadores (CFT) y las dos CTA.
En ese encuentro, el 16 de julio del 2019, Fernández se comprometió –por ejemplo- a devolver el rango de ministerios a las carteras de Salud y Trabajo y así lo hizo. Hoy, después del revés en las urnas, la situación parece bien distinta. Dentro de ese frente sindical que debería “intentar” la unidad, existe una dualidad: un sector entiende que para la etapa que viene la clave es radicalizarse detrás de un ´Cristinismo´ más puro y duro, y otro, por el contrario, considera que la salida es la apertura, el diálogo, la vieja propuesta del Pacto Social del que hablaban en campaña.
Eso es lo que está en juego en tiempos donde no sólo el Gobierno deberá someterse a la voluntad popular, también la CGT deberá afrontar su acto eleccionario y renovar su cúpula; y el termómetro político claramente afectará a la conformación de la nueva conducción que se hará efectiva el próximo 11 de noviembre, sólo tres días antes de saber si la administración Fernández pudo revertir algo, todo o nada, los malos resultados de las PASO.
De su suerte, también dependerá -en parte- el nuevo organigrama del movimiento obrero, de ahí la necesidad de abrir el juego, acercarse a gobernadores, dirigentes y otros espacios que estén en la misma encrucijada, de modo de buscar la salida conjunta por arriba del conflicto y a su vez fortalecer la gobernabilidad del presidente, durante los próximos dos años de Gobierno.