Los clubes, tanto los que tienen como principal fuente de ingreso aquello que genere el fútbol profesional, como las instituciones de barrio, con disciplinas federadas, son víctimas de la crisis económica que azota al país y los trabajadores de dichas entidades saben de que se trata el panorama.
En el caso de aquellas asociaciones civiles que poseen fútbol profesional y compiten en la Superliga de AFA, y en su mayoría, los números no cierran y las deudas se multiplican. Los contratos de los futbolistas, dolarizados en algunos casos, son parte del problema, existen cheques rechazados, auditorías que no dan buenos resultados y empleados de Huracán, Rosario Central y Unión, entre otros, que están permanentemente al borde de medidas de fuerza, que pagan «los platos rotos». Esto es confirmado ante Estado de Alerta desde Utedyc, el gremio que representa a los trabajadores de entidades deportivas.
«La mayoría, sacando Boca y River, con esta crisis están complicados y tienen algún atraso de aguinaldos, o alguna parte del sueldo. Hay clubes que tuvieron problemas muy graves que en las últimas semanas, y teniendo en cuenta los posibles paros, o la no apertura de estadios, saldaron el problema como en Huracán o en Central. Hay varios remolones para pagar, como Argentinos y Gimnasia de La Plata aunque creo que en este último caso, con la llegada de Maradona, se van a poner al día», indicaron desde el sindicato.
Walter Otero, Secretario General de la Entidad, aportó que «los dirigentes nos dicen una cosa pero al final hacen lo que quieren, cada fecha que pasa se origina mas deuda con el trabajador”. Si estas instituciones padecen serios problemas con sus importantes masas societarias, ingresos por entradas, merchandansing, venta de jugadores e ingresos millonarios por derechos de televisación, la situación es muy compleja en los llamados clubes de barrios, entidades que poseen un puñado de disciplinas y que están abiertos a la comunidad.
Para obtener un panorama más certero, EA dialogó con Ricardo Mayor, uno de los representantes del Observatorio Social y Económico de Clubes de Barrio y Afines, quien dio cuenta como la crisis económica rompió un circulo virtuoso en las entidades, que dependen de las familias y de los comercios de las zonas en las que están ubicados.
El tema tarifario es clave. De acuerdo a Mayor, «la de gas fundamentalmente se ha hecho impagable. Para muchos clubes que tienen natatorio, están empezando a cortar la prestación de servicio de invierno hasta la de verano porque no se puede afrontar, muchos clubes de la Ciudad de Buenos Aires lo han hecho». Al tiempo que agrega que «en Pompeya está Franja de Oro, que tiene 3800 socios, paga menos que la mitad y no pudo afrontar la boleta de gas, que fue de 170 mil pesos. Es imposible. Nosotros en Wilde tuvimos una factura de 100 mil pesos».
Dicha información es totalmente verídica, aporta Sebastián, profesor de natación, que ha visto como se quedó sin clases en varios clubes con pileta, ahogados por las boletas de servicios públicos, al igual que varios de sus compañeros.
Mayor también expresó que «hay lugares en el norte en donde las inclemencias del tiempo es importante y ni siquiera pueden darse el lujo de comprar garrafas porque no tienen instalación fija de gas». Por otro lado, cuando es consultado por el impacto que existe en las fuentes de trabajo, Ricardo explica, con parsimonia, que «los dirigentes de los clubes de barrio hacemos un trabajo ad honorem, y somos comerciantes, cuenta propistas, o autónomos, empleados municipales y muchos se han quedado sin trabajo y no pueden hacer frente al compromiso en las entidades cuando no pueden conducir el destino de su propia familia».
Los trabajadores que se desempeñan haciendo tareas en las entidades están, como confirma Mayor, «en negro» y los que están en blanco «poseen convenio con Utedyc, con sueldos muy buenos, y hay que sumar aportes previsionales, cargas sociales, aportes sindicales, pago de la ART. La situación es sumamente difícil». «El Estado no aporta ninguna ayuda», afirmó.
No obstante, pese a las condiciones, Mayor confirma que los trabajadores de los clubes «son los primeros que entienden la situación» y no llevan adelante medidas de fuerza. «Saben que la cosa está complicada, ven el movimiento económico general, ven que la propia gente que trae a los chicos no puede pagar las cuotas sociales que son sumamente accesibles. Mi club, que está Wilde, está cobrando 250 pesos la cuota del grupo familiar».
«En su momento, teníamos contribuciones de empresas, comercios de la zona, pero eso se achicó a la mínima expresión», sostuvo, a la vez que insiste en que el Estado brilla por su ausencia: «Si el Estado hubiese querido colaborar, habría aprobado la ley 27098, la ley de clubes de barrios y pueblos, con la que teníamos el beneficio de pagar el 40% de los servicios públicos. Esta ley fue aprobada por una unanimidad en Diputados y en el Senado pero luego, con este Gobierno, no se reglamentó».
Por si fuera poco, en el conjunto de las medidas «electoralistas» que impulsó el Gobierno, el dirigente comentó que Vidal sacó una ley de emergencia para los clubes y «nos quiere favorecer cobrando solo el 50% de la tarifa de luz pero con un detalle: los clubes que no tienen certificado de actualización de personería jurídica, los que no tienen memoria y balance al día y los que tienen un consumo demasiado elevado, no entran en este marco. A su vez, los que se ajustan al marco, presentaron todo y todavía no recibieron nada».
A su vez, señaló que «además del refugio que significan los clubes para las familias de los trabajadores, para la integración social, somos motorizadores del comercio local porque compramos muchos elementos deportivos, materiales de construcción, pagamos sueldos, vendemos productos comestibles en los buffets. Y esto se ha visto sumamente afectado porque sino tenemos posibilidad de consumo, los comercios locales se achican. Es más, hasta la mano de obra en negro de albañiles, pintores, ven cercenada su posibilidad de tener un ingreso, aunque sea mínimo, en las instituciones. Es un circulo vicioso».