El actual presidente, Mauricio Macri y el “potencial” presidente, de los próximos cuatro años, Alberto Fernández, han decidido convivir, en forma pacífica, primero hasta el 27 de octubre y luego hasta el 10 de diciembre, con consensos deliberados y definiciones claras, vistas como la mejor opción para atravesar una tormenta que a la Argentina podría costarle demasiado cara.
El peso, que se depreció otro 25% al día siguiente del escrutinio, puso al país de cabeza, más de lo que estaba. El miedo a la hiperinflación, a los desmanes, al desgobierno y a un golpe institucional, hizo necesario y urgente el logro de un consenso básico. Todos estuvieron de acuerdo en algo: que Macri termina el 10 de diciembre.
Pero es cierto que, desde que el resultado de las PASO lo colocó a las puertas de la Casa Rosada, -aunque él repite que no quiere hacer un cogobierno- todo lo que dice el candidato del Frente de Todos, ya repercute en los mercados y es analizado en detalle por los agentes de la Economía, lo que “esmerila” la figura del presidente en ejercicio, quien sigue, a pesar de todo, intentando ejercer su poder y anunciando medidas, sin desistir del “modo campaña”.
La convocatoria de los votantes de Juntos por el Cambio este domingo en la Plaza de Mayo, le hizo sentir a un Macri debilitado que “sí se puede”, y de a ratos, olvidar, que la única encuesta oficial que arrojó un resultado cierto, fue la del 11 de agosto, donde se confirmó que hay un fuerte rechazo a las políticas económicas que lleva adelante el Gobierno, causantes de la pérdida de poder adquisitivo, del cierre de fábricas, del desempleo creciente y de una pobreza que se multiplica día a día.
Ese rechazo lo canalizó Alberto, pero de inmediato tuvo que salir a “calmar las aguas” y confirmar que si es presidente, Argentina no caerá en “default” ni tomará opciones del pasado como “el cepo cambiario”. También según aseguran, tendría el visto bueno de los gremios para llevar adelante una reforma laboral.
De hecho, el mismo Fernández se mostró dispuesto a aceptar la flexibilización de los convenios colectivos siempre y cuando exista el aval de los sindicatos. «Lo que sea por vía convencional es una decisión de las empresas y los trabajadores. Lo que no quiero es poner reglas generales de flexibilización. No todo es lo mismo», dijo a propósito de una reunión con el titular de Mercado Libre, Marcos Galperín.
En este contexto, reina un acuerdo tácito y explícito en que nadie hará nada para “dinamitar” la tensa paz social que reina desde hace por lo menos dieciocho meses. Si bien hubo algunos indicios desde partidos de izquierda y desde el sindicalismo más combativo para que Macri abandonara el gobierno, el mismo Alberto Fernández pidió “cautela” con el objetivo de sacarle el estigma histórico de “golpista” al Peronismo.
“El mejor equipo de los últimos 50 años” sabía –y, de hecho Dujovne, –el ministro Saliente- lo había hecho público hace algunos meses, “que por mucho menos, otro gobierno que tomara estas medidas ya hubiese volado por el aire”.
Así es que, particularmente, desde el sindicalismo dialoguista, se espera “en paz” y con expectativa la llegada de Alberto al poder, y hasta se ilusionan con algún protagonismo dentro de la conformación del Ejecutivo como la cartera de Trabajo, que, según fue anticipado, volverá a tener rango de ministerio.
De modo que lo que resta es ir sacando hojas del almanaque, y cruzando los dedos todos los días, para que, un estornudo en Turquía, una quita en Portugal o una amenaza comercial de China a Trump, no enciendan desde el plano global, la chispa local que estamos evitando para que “la mecha se prenda”.
Aún así, salvo para los fanáticos, el miedo no termina de alejarse y existe desconfianza entre los gremialistas moderados sobre qué rol jugarán Cristina y La Cámpora, de la que tienen cierto recelo. Aunque eso es un mal menor respecto al alivio de terminar con los «amedrentamiento», las “persecuciones” y el mote de “mafiosos”.
En este escenario, comienzan a perfilarse también otros actores. Se acercan jefes comunales, se alinean gobernadores, -de los cuales, Juan Mansur, -Tucumán-, ya tiene los números puestos para conducir el Gabinete nacional-, donde Salud, Trabajo, Agroindustria y Vivienda volverán a fortalecerse. Donde el Fondo Monetario se sentará estos días con el presidente actual y con el futuro. También los empresarios. Donde el modelo de producción nacional espera en carácter de “urgente” una palmada, una inyección, una garantía de continuidad, en detrimento de la “especulación financiera”, reina madre de todos los males.