Sindicatos Universitarios: paros devaluados y el desafío de protagonizar acciones gremiales más eficaces

«Parar es hacerle el juego a los libertarios», se escuchó en los debates para decidir la última medida de fuerza de prácticamente la totalidad de los sindicatos que encuadran a los trabajadores de las universidades, «el gobierno quiere terminar con la educación pública, y nosotros ayudamos a que al menos dos días, cumplan su objetivo», haciendo referencia a las consecuencias del cierre de facultades de esta semana.

El paro realizado en el mismo inicio del ciclo lectivo universitario, convocado por las dos CONADU (divididas desde tiempo atrás), FEDUN, CTERA, FAGDUT, UDA y FATUN (una de las centrales que nuclea a los trabajadores no docentes), primero determinado por 24 horas y luego ampliado por 48 -cuando analizaron la posibilidad de «engancharse» con la protesta de los jubilados del último miércoles-; tuvo un fuerte acatamiento en los claustros, pero con escasa repercusión fuera de las casas de estudio y una nula eficacia en la reacción de la administración nacional que encabeza Javier Milei.

El más que justo reclamo de los trabajadores, con un retraso salarial agraviante, que en algunos casos supera el 70% y una baja exponencial del presupuesto universitario, para garantizar el buen funcionamiento de la educación pública superior, tiene un amplio consenso dentro de los sectores que conviven dentro de la comunidad educativa y es mayoritaria en toda la sociedad. No sólo por los magros salarios, sino también por las consecuencias en la calidad y amplitud de las ofertas académicas,  con exponenciales recortes en programas y becas estudiantiles, y el desprecio exhibido desde el oficialismo, a través del retaceo de recursos en ciencia y tecnología, entre otras posibilidades de formación.

Sin embargo, los cuestionamientos en la metodología para revertir el avance del gobierno sobre las casas de estudio, también empiezan a crecer y generar consenso, tanto en las propias filas gremiales, como en los centros de militancia estudiantil y también entre los representantes de las distintas fuerzas políticas opositoras, que no dudan en defender el valor de la universidad pública.

Las críticas enumeran el desgaste de las conducciones de las centrales sindicales, señalando incluso que no se supo aprovechar las masivas movilizaciones del año pasado, donde quedaron exhibidas las divisiones en los protagonismos en el mismo escenario del primer palco de cierre de acto de la marcha universitaria. Luego corregido parcialmente, con la decisión que sólo se lea un documento en la voz de una indiscutida referente de la militancia estudiantil, para evitar que se produjera nuevamente una competencia por el uso del micrófono y por la extensión de los discursos.

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Se abre así ahora, el debate de con qué metodología continuará la protesta, teniendo en cuenta la ineficacia de un paro no discutido en los claustros (ya que se realizó sin permitir el inicio del ciclo lectivo y se impidió que el debate circulara durante el propio ejercicio de las clases), debido a una decisión que gran parte de los propios representados, definen como asumida sin previamente generar las condiciones para que ganara un mayor consenso social.