Pese a las promesas de campaña, hoy sólo se invierte el 0,6% del PBI en Investigación y Desarrollo, que es apenas una cuarta parte de lo que destinan los países más desarrollados para poder ser competitivos en el mundo.
El desarrollo cientítico y tecnológico podría ser un trampolín para la economía argentina, pero se requieren políticas a largo plazo por parte del Estado que alienten la inversión privada. No alcanza con pensar a corto plazo, el capital humano está y podría beneficiar a los sectores más importantes de la economía nacional que hoy pierden.
Pero a decir verdad, en un país de tantas urgencias como el nuestro, la importancia del desarrollo de proyectos de I+D no encuentra en la agenda el lugar que merece, aunque es crucial para la expansión de la economía, ya que permite la optimización de recursos y una mayor productividad.
Además, dentro del ranking de los quince países que más porcentaje de su producto bruto invierten en I+D, el capital privado nunca baja del 50% del total, cuando aquí lo hace casi exclusivamente el Estado.
En el ranking global, Argentina se encuentra en el puesto 56 de 135 países, dentro del grupo en el que invierten menos del 1% de su PBI, lejos de las promesas de campaña y aún más lejos de las potencias mundiales que encabezan la lista: Israel: que destina el 4,3% de su PBI; Corea del Sur, que dedica el 4,2%, o Alemania cuyo presupuesto le asigna el 2,9% de su PBI.
«En muchos países la inversión es mixta; pero acá, el porcentaje privado es muy bajo o nulo, el sector no apuesta al desarrollo científico y tecnológico», confirmaron desde el Conicet y agregaron: «Mientras los países desarrollados aumentan hace décadas la inversión de I+D a un ritmo constante de 0,03% de su PBI por año, en Argentina crecemos sólo un 0,01% anual, lo cual es tres veces más lento y nos hace alejarnos cada vez más».
Para que un desarrollo científico con potencial comercial pase del laboratorio a la fábrica, es necesario que atraviese un proceso de innovación industrial que puede durar años. La innovación industrial de un producto, que conlleva su maduración tecnológica y fabril, requiere inversiones a largo plazo y esa es una materia pendiente en el país.
¿Por qué sucede esto? Porque las inversiones privadas se hacen cuando se minimiza el riesgo, cuando acompañan las condiciones económicas y hay continuidad de las políticas públicas, porque son procesos largos que no se dan en la Argentina.
Y a su vez ninguna empresa invierte a largo plazo tampoco si no se ve acompañado por el Gobierno y sus políticas porque suelen ser deficientes: por ejemplo «los subsidios estatales en nuestro país -en el área científica- se dan por tres años, con presupuestos en dólares pero que se asignan en pesos y a veces ni siquiera se entregan a tiempo», lo que explica cómo resultan perjudicados los investigadores y sus proyectos por razones coyunturales.