En pleno debate local por la intervención/expropiación de la empresa Vicentín, una de las cerealeras de la Argentina, la Comisión Europea en Bruselas también también trabaja contra reloj para ampliar el ámbito de aplicación del llamado Marco temporal de ayudas estatales aprobado el pasado 19 de marzo de 2020, y que permite -bajo el paraguas de la excepcionalidad- generada por el coronavirus, una revolución en las reglas europeas y en el corazón mismo de los principios del mercado único.
De este modo, incluyendo inyecciones masivas de liquidez y la entrada del Estado en el capital de las empresas, una puerta trasera, cuando no frontal, para “nacionalizaciones temporales” de las compañías que están en serios apuros y podrían producir quiebras y despidos masivos. Con muchos matices, exigencias de transparencia, límites en la remuneración de los directivos o el pago de dividendos, además de la compra de rivales. Y con un plazo máximo de seis años antes de que se active automáticamente una reestructuración.
Esta ha sido la respuesta en Bruselas al gran parate económico y a la mayor crisis de la historia, con un estancamiento absoluto de la actividad en muchos lugares o sectores, que ha hecho flexibilizar, modificar e incluso suspender las normas, la esencia misma de lo que ha sido la construcción económica las últimas décadas: el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y la política de competencia, algo impensado en territorio europeo, centro del capitalismo mundial.
La idea siempre ha sido que hubiera unos criterios de convergencia, de deuda o déficit máximo, de inversión mínima. Pero también que las empresas pudieran competir en igualdad entre territorios, y para ello era imprescindible limitar la acción de los estados o las autoridades regionales y locales, pero el contexto invirtió los parámetros, y el camino se bifurca hacia otro lugar, aunque el Estado podrá entrar en el capital pero de forma limitada, con planes de salida, límites a la remuneración y los dividendos.
Ahora, ante una recesión de magnitudes impensadas, se han permitido ayudas del estado masivas y ya se han aprobado hasta 1,9 billones de euros en toda la UE. Esenciales para la supervivencia de algunas compañías o sectores, pero que están generando a su vez enormes diferencias, porque los países con más músculo están pudiendo respaldar con muchísima más liquidez a sus firmas. Sólo Alemania ha dado prácticamente el 50% de todas las ayudas de Estado de la UE, una diferencia abrumadora.
Más allá de las formas, allí no se habla de -expropiación- existe como mismo horizonte la recapitalización de empresas para asegurar producción y empleo pero ese respaldo de las economías europeas es otra de las grandes diferencias que puede existir con países como el nuestro, donde la situación macroeconómica es completamente frágil y carga sobre su espalda una deuda de dudosa “sostenibilidad” que se encuentra en plena negociación con el Fondo Monetario y distintos bonistas locales y externos.