Nota publicada en Infobae
«Si Dios quiere…», solemos decir cuando anhelamos que algo se cumpla, como si el empuje de una fuerza divina podría ayudarnos a alcanzar objetivos. Pero en algunos casos, ese impulso adquiere manifestaciones terrenales más concretas.
La Iglesia Católica de nuestro país tiene una relación muy cercana desde hace décadas con las distintas expresiones del Movimiento Obrero, entre otras cosas porque allí sin duda, está el pueblo trabajador. De hecho la Pastoral Social mantiene contactos permanentes con los dirigentes sindicales y los convoca periódicamente a encuentros y congresos de intercambio para analizar perspectivas sociales.
Así es que para gran parte de la dirigencia sindical también es importante contar con una suerte de «aval cristiano», en la conducción de los destinos de quienes más necesitan contención social. Hecho que se repite en todo tipo de estructura con cierta reconocida representatividad.
Las patronales por ejemplo, también ejercen esta convivencia, conformando incluso asociaciones en las que se autodefinen como empresarios cristianos. Ni que hablar de las máximas representaciones de los estados nacionales.
Aunque sí es cierto que para entonces, la CGT tendrá nueva conducción. Y en medio de una negociación tan amplia del arco gremial, también la Iglesia Católica dice, a su forma, lo suyo. Hoy suele escucharse que tal o cual candidato cuenta con la bendición eclesiástica. Y aunque son mayoría los dirigentes sindicales que afirman contar con ese respaldo (no son pocos quienes exhiben fotos con apretón de manos a Francisco), hay quienes dicen que algunos referentes serían vistos con mejores ojos que otros. Y no por un cuestión de nombres, sino de futuras tácticas y estrategias a la hora de protagonizar las demandas que exige la discusión de la coyuntura política. La línea de contacto se argumenta como aún más fuerte en tiempos donde se cuenta con un máximo referente de Jesús nacido en estas pampas.
La cuestión es que a veces confunde el hecho que son muchos los mensajeros «celestiales» que se arrogan tener la verdad revelada sobre las preferencias en este asunto. Lo más probable, de todas maneras es que obispos y sacerdotes nunca hagan conocer estos correos de manera oficial. Más aún cuando en la punta de la pirámide del centro de Roma, se esté rearmando la estructura de comunicación para dar a conocer los movimientos que realizan los máximos seguidores de Cristo.
Aunque también es cierto que el reconocimiento hacia el rol que cumplen los sindicatos es definido como fundamental en el mantenimiento de la paz social con políticas de inclusión concretas en el sostenimiento del poder adquisitivo de la masa salarial. Y que al mismo tiempo, hay coincidencias concretas en lo que significa entender al trabajo digno como valor esencial, con explícitas condiciones de bienestar en la calidad de vida de quienes tienen empleo.
Pensamiento que encuentra más puntos de contactos aún, cuando se trata del peligro de perder la fuente laboral y la falta de mayor presión para erradicar el flagelo que implican los altos índices de trabajo no registrado.
El peronismo dice estar basado en la política social de la Iglesia, aún a pesar de las distancias vividas hacia mediados del siglo pasado, con su punto culmine en los trágicos enfrentamientos históricos, que finalmente colaboraron incluso en el derrocamiento del creador de esta expresión política, quien tan hondo había calado en el sentir popular de las mujeres y los hombres de trabajo.
La distancia también alimenta reconciliaciones, perdones y misericordias. Todas prácticas necesarias al momento de saber establecer los valores que deben regir en la construcción de comunidades organizadas, donde la justicia social se convierta en objetivo prioritario.
Son muchos quienes juran haber escuchado al hoy Sumo Pontífice, en tiempos de cardenal porteño, citar al mismo Perón para sustentar acciones políticas que llevaran respuesta en el día a día hacia los que tienen como derecho el ejercicio de una fuente laboral.
Más aún en un escenario que aumenta su demostración de descontento a pasos agigantados, no sólo desde la actividad sindical a través de los distintos procesos paritarios, donde se discuten incrementos salariales y conservación y crecimiento del empleo, sino también con una clase media que a su estilo ya marco presencia al ruido de cacerolas y bocinazos, mientras organizaciones sociales incrementan la protesta con piquetes y ollas populares.
La respuesta del Gobierno no se hizo esperar, programando recorrida por los barrios con timbreos ministeriales y audiencias varias con dirigentes del campo social.
Paralelamente, así también es como adquiere más valor aquello que suele repetirse en los ámbitos sindicales cuando se define a los que corren a los gobernantes por derecha o por izquierda. «Somos nosotros» -dicen- «los verdaderos representantes de los trabajadores, los que sabemos ejercer las demandas con compromiso institucional, los que finalmente sacamos las papas del fuego a la hora de apagar los incendios».