En el Gobierno sienten la presión, cada vez mayor, de distintos sectores políticos, sociales y eclesiásticos, sobre la declaración de la Emergencia Alimentaria, pero al momento, todavía resisten convencidos del costo político de dicha declaración. Por ahora desde los altos estamentos consideran que no es necesario quedar tan “expuestos” porque la contemplación de este aspecto está alcanzada por la “emergencia social” consagrada por ley en diciembre de 2016.
La medida que había sido pedida el viernes pasado la Pastoral Social de la Iglesia ante el agravamiento de la crisis económica y su consiguiente impacto social, fue sumando adhesiones, ya no sólo de la oposición, de los movimientos sociales y sindicales, sino que han sumado al reclamo a sectores industriales y hasta a entidades rurales. El pedido de reasignación de partidas y de aceleración para abastecimiento y compra de alimentos es casi un “grito unánime”.
La magnitud alcanzada presiona al gobierno de Mauricio Macri en un momento, donde desde el Ejecutivo hacen “malabares” entre la toma de decisiones macroeconómicas que puedan evitar una corrida cambiaria y bancaria, y mantener la paz social, en una situación política completamente anormal donde por haber perdido las elecciones primarias casi por 20 puntos, Cambiemos tiene el Gobierno pero no el poder, o más bien, no todo el poder.
Ya Daniel Scioli, mientras fue gobernador de la provincia, sufrió los embates de un fuerte pedido colectivo de declaración de la “emergencia en seguridad”. Emergencia que hoy se ha corrido a la “alimentación”, no porque las cuestiones de seguridad estén zanjeadas sino porque la devaluación, la caída del poder adquisitivo, el cierre de fábricas y comercios, más los despidos han destruido el tejido productivo y la economía doméstica.
De todos modos, algunos voceros del Gobierno, como Pablo Avelluto, se atrevieron a denominar el pedido de declarar la emergencia alimentaria como “un slogan de campaña». El secretario de Cultura cuestionó el pedido de distintos sectores de la oposición. «Situación de pobreza no significa que hay hambre», sostuvo, lo que le valió una lluvia de críticas.