El desafío de ser dirigente sindical en la Argentina

Nota publicada en Informe Político

El Movimiento Obrero Argentino, principalmente en su expresión mayoritaria que confluye en la Confederación General del Trabajo se encuentra inmerso en un contexto extremadamente complejo, con aspectos del orden gremial no exentos de propias encerronas, alimentadas por certeras zancadillas gubernamentales y político-partidarias, junto a un ruidoso frotar de mano de un amplio sector empresarial y una reformulación del mundo laboral que necesita avanzar por encima de cualquier tipo de organización sindical que pretenda hacer respetar las vigentes leyes laborales y los convenios colectivos de trabajo de las diferentes actividades.

Se trata de una crisis, que puede significar oportunidad de cambio (haciendo referencia a su etimología original, dejando de lado toda utilización electoral), sólo en la medida que no se convierta en una letal encrucijada.

La opción de elegir la representación sindical como principal enemigo en la instrumentación de un plan económico que con el aparente objetivo de alcanzar inversiones, pretende flexibilizar lo que los grupos patronales definen como costo laboral, viene dando pasos agigantados.

Todo en aras de establecer las condiciones para la generación de mayor mano de obra al servicio de un desarrollo nacional, casi un rezo corporativo repetido tantas veces como la condena de los pecados cometidos contra la alternativa de generar crecimiento con justicia social.

Pero el objetivo, desde ya, no es exclusivamente puertas adentro de nuestra fronteras. Basta con analizar la obscena reforma laboral aprobada en el hermano país del Brasil para visualizar lo inescrupuloso del plan puesto en marcha para la región toda. En este caso sobrecargado por el ejercicio de un comando de gobierno con causas judiciales pendientes tanto del poder ejecutivo como legislativo, con un presidente básicamente sostenido para poner en práctica este tipo de normativas.

Con sus matices, cualquier similitud con la Argentina no debería ser observada como mera coincidencia. Aquí, sin embargo suele destacarse la existencia de un sindicalismo de alta capacidad de afiliación y movilización, que más allá de toda crítica suele ser citado a modo de ejemplo de representatividad y defensa de conquistas laborales en todos los países de la región e incluso más allá.

De ahí también la magnitud del desafío. En el pueblo argentino late aún, aunque a veces se lo relativice, un ADN de principios sociales con matriz histórica difícil de perforar por los sectores dominantes. No hace falta más que hacer una rápida recorrida por Latinoamérica para darse cuenta de lo que esto significa.

No es casual entonces el haber puesto al sindicalismo en la vereda de enfrente. Porque aún más allá de cualquier exceso en el ejercicio de una organización gremial, las descalificaciones nunca persiguen como fin la posibilidad de mejorar el sistema de representatividad del cuerpo laboral, ni apuestan a mejorar el poder adquisitivo o la calidad del empleo; sino que el objetivo es debilitar la legitima defensa de las leyes que rigen los contratos de trabajo en nuestro país. Hay que ver simplemente, lo que está sucediendo en el fuero laboral para comprender la dimensión de esta problemática.
Como se entiende sino, aún desde la mayor objetividad por qué no se pone el mismo empeño en denunciar acciones empresariales donde no se cumple con las obligaciones legales, tributarias o con los aportes necesarios para sostener la salubridad, higiene, seguridad social y prevención de accidente entre otros menesteres.

En todo este escenario, la CGT, conocida como la central madre de los trabajadores, convoco a una movilización de protesta para el 22 de agosto (día del renunciamiento para el ideario peronista, ya que recuerda el momento en el cual Evita desiste de su candidatura a vicepresidenta) en la asamblea realizada en el estadio de Ferro Carril Oeste y a un Comité Central Confederal aún sin fecha cierta.

Claro está que se acerca un barajar y dar de nuevo. De allí las reuniones con los sindicatos que conforman el Movimiento de Acción Sindical Argentino (MASA), que finalmente no participo del acto y que difícilmente acompañe la movilización planteada y con las organizaciones nucleadas en la Corriente Sindical Argentina, que sí asistió a Ferro con una presencia critica. Ambos sectores son parte de la CGT, pero no integran el Consejo Directivo.
Como sea, la actual conducción tripartita y todas las organizaciones que la integran, buscan avanzar hacia un nuevo proceso de mayor unidad y participación, ejerciendo aquel saber popular que habla de la coincidencia de los intereses de los trabajadores, por encima de los dirigenciales, más aún en tiempos donde la realidad indica la existencia de mayores dificultades para ejercer la defensa de los intereses del campo laboral.