“No, nos sorprendieron” reconocieron a Estado de Alerta radio desde el Observatorio Social de la UCA frente a los datos de pobreza. “Son datos que nosotros ya habíamos medido y estimado en diciembre del año pasado”, es más, insistieron: “nosotros medimos dos puntos más que los 42% del INDEC” pero lo cierto es que “la tendencia es la misma y a nivel de la infancia por supuesto es mucho mayor”, afirmó Ianina Tuñón, investigadora del organismo.
“El INDEC estima alrededor de un 58% de niños pobres entre 0 y 14 y nosotros un 64% entre 0 y 17 años”, agregó Tuñón, quien mostró diferencias en los números pero no contradicciones y agregó que en “indigencia los números se correlacionan mucho más: tenemos una infancia que está en situación de pobreza extrema o indigencia de alrededor del 16% cuando el nivel del promedio de la población es de un 10,5%”.
Son 6 de cada 10, aproximadamente, “lo que implica una escalada muy importante en los últimos 3 años y un nuevo pico histórico -que todavía no ha llegado al pico del 2002/2003 pero que incluye ocho millones de chicos bajo la línea de pobreza-, una pobreza que tiene que ver con que el promedio de ingresos de los hogares pobres es de $ 29.500 cuando la canasta básica está en 50.000”, explicó.
Con éste dato deberá convivir con un sistema de Salud -amenazado por la segunda ola de la pandemia y una Economía en rojo-, ambas tremendamente peligrosas para coexistir con casi la mitad de la población en estado vulnerable. Frente a éste dato de pobreza es imposible pensar en nuevos aislamientos estrictos, que significan dejar de percibir un “ingreso diario” por changas o trabajos informales, en su mayoría.
En realidad “un salario de un trabajador que tiene la posibilidad de empezar a trabajar en estos tiempos, puede estar en el orden de los 40 mil pesos pero si no tiene la posibilidad de compartir el ingreso familiar con su pareja o con algún otro integrante de la familia, trabajando en forma estable también es pobre”, lamentó Tuñón.
A ello debemos sumar la imposibilidad que existe de volver a volcar subsidios de la dimensión que hubo en la primera ola, tanto para pagar salarios (ATP) como Ingreso Familiar de Emergencia u otras asistencias temporales que se volcaron sobre más de 9 millones de personas durante el 2020. De hecho ya existían “transferencias de ingresos -como la AUH- que hace el Estado y que se consideran en la estructura de ingresos de los hogares”, y en buena medida “esos ingresos permitieron que la indigencia no creciera más”, afirmó Tuñón, aunque la pobreza no alcanza a cubrirse.
De hecho “hubo una incorporación de nuevos pobres que son personas que formaban parte de las clases obreras integradas –como la construcción-, a los cuales el IFE no fue suficiente para sostenerlos por fuera de la pobreza, porque claramente esa transferencia de ingresos no compensaba los ingresos que tenía esa gente”. Ellos están sujetos al nivel de reactivación económica y así, si recomponen su situación laboral, tal vez puedan volver a salir de la pobreza, aunque “el panorama no es muy alentador” debido a “posibles restricciones y a la escasez de ayudas económicas”, finalizó la especialista.