El contexto actual deja muy poco espacio para pensar en paritarias y genera preocupación

A ésta altura del año las discusiones salariales ya deberían estar cerradas. Eso si el contexto fuese otro. En el actual, la crisis macroeconómica global y la incerdidumbre de los meses futuros ha modificado el tablero laboral y los debates apuntan todos en la misma dirección: mantener el empleo.

Pese a la prohibición por decreto de despedir personal hasta el 31 de julio, las cifras de suspensiones y despidos crecen mes a mes, y en pleno regreso al aislamiento en su fase más dura, el terreno no es propicio para instalar en las empresas, debates que sumen más estrés al existente, debido a que muchos sectores no han podido abrir sus puertas desde hace más de cien días, otros lo han hecho parcialmente y los rubros esenciales han sufrido los embates de la reducida circulación de gente, la caída del poder adquisitivo y el miedo al futuro de la economía.

De hecho según un documento que compila un estudio de HuCap, -y que encuentra estrechas coincidencias con varias encuestas de consultoras privadas- ocho de cada 10 compañías modificaron sus presupuestos para disponer incremento salarial y plasmaron los siguientes resultados:

– Un 74% no ofrecerá ningún incremento en los sueldos o  lo hará una vez que se disipe la incertidumbre.

– Otro 18% analiza realizar recortes en los salarios si aún no los ha realizado.

– Apenas un 8% mantendrá los incrementos pero otorgará una vez normalizada la situación.

De todos modos, éste es el único espacio donde esa discusión alumbra como algo posible. En el sector de la alimentación, el farmacéutico, fabricación de insumos médicos, textiles sanitarios o papeleros, entre otros, los representantes de los trabajadores tienen una buena razón para sentarse a la mesa de negociaciones -han estado desde el primer día de la pandemia al frente de sus trabajos- pero lo cierto es que, la incertidumbre en éste momento, pasa por el pago del salario y el aguinaldo de junio, en una o más cuotas, aún hasta en algunas actividades esenciales.

La pregunta sobre si, una vez finalizada la cuarentena se reactivarán las negociaciones, está sin responder. Además de la pelea por evitar despidos, los sindicatos están dando un lucha sin cuartel por establecer los protocolos de seguridad que permitan funcionar a las empresas hoy en día y en lo que será la “nueva normalidad”.

Esta quietud es particular del AMBA pero no exclusiva: también se palpa en el interior del país, aunque el nivel de actividad ya sea cercana al 80%. Por ejemplo Córdoba, Rosario o Mendoza son muy dependientes de la industria automotriz, metalmecánica y del turismo, todas industrias muy golpeadas, es decir a pesar de la apertura, la situación es complicada.

Lo mismo pasa por primera vez en la historia reciente con la actividad petrolera, una de las más pujantes hasta ahora, que en este momento celebra como buena noticia suspensiones con pagas del 60%.

Queda saber también si el agro y la tecnología que han  sido los que han visto más de lejos la crisis, si están dispuestos a una mayor distribución de las ganancias, pero es una porción muy chica del mercado que no alcanza al 10% y el contexto global no ayuda y sus actividades asociadas también permanecen en “caída libre”.