Dujovne superministro, capitán de equipo o fusible

Por Laura Beherán

Si hay una característica de este gobierno que supo ser novedosa, es que cuando lo cree necesario, da marcha atrás. No estamos seguros si eso es bueno o malo, pero descomprime. Al principio fue más valorado todavía, pues estábamos acostumbrados a lo opuesto: ni un paso atrás.

Aunque ahora ya un poco aburridos cuando no hartos de las idas y vueltas (por lo reiterativas) , la idea de no tener un solo ministro de Economía, que le habían recriminado propios, finalmente fue escuchada por Macri y recalculó: venga Dujovne, coordinador, «superministro», cosa que fue positiva, casi lo único potable de esta «turbulencia» que nos puso de cabeza.

La idea del “equipo” puso una pausa y aunque siempre será un equipo porque a los pibes del «Cardenal Newman» les encanta esa denominación, ahora hay un DT. Para algunos no es más que eso.  El fin de semana, la elección recayó sobre el titular de Hacienda, quien será la pieza clave en la negociación con el FMI y por lo tanto deberá ser él quien tenga bajo control todas las variables. Es todo.

Aunque hoy todos lo palmeen porque les gusta estar al calor del poder, nadie quisiera ser Dujovne, a  Dujovne  le tocará bailar con la más fea: ser el ministro del Ajuste. Ajuste, que digitará desde su cartera de Hacienda pero que implica el ámbito de control de los ministerios de: Finanzas, Transporte, Trabajo, Interior, Producción, Agroindustria, Energía, Turismo y Modernización.

Dujovne (que estaba mucho más tranquilo con Carlos Pagni haciendo tele) asume con cuatro desafíos acumulados sobre su escritorio: recortar al extremo el déficit fiscal, impulsar el crecimiento económico del país planchado por la última corrida, controlar la ejecución presupuestaria y, junto al Banco Central, frenar la inflación.

Los ministros tendrán que llevarle un plan de “recorte de cada una de sus áreas” que Dujovne pondrá  a disposición y análisis y dirá que no cuando lo tenga que hacer “tarea por demás desgastante y antipática”. Salvo en el caso de Etchevehere al que le propuso el al oído que «tantee» el tema de volver a poner retenciones al campo porque fue muy lindo dar la noticia de la «quita» pero no se sostiene.

Todo ronda en poder recortar el déficit fiscal a un 2,5%, meta bastante más alta que la que se había propuesto: un 3,2%. La reducción del déficit fiscal también se replantea para el 2019: el 2,2% previsto hasta la semana pasada ahora deberá ceñirse un poco más y llegar solo al 1,7%.

Pero alguien tiene que pagar los costos  (no sólo económicos sino políticos) de este achicamiento: el gobierno insiste en que lo hacemos entre todos o no lo hacemos, y por ejemplo los gobernadores que fueron llamados a la Rosada para consentir ese acuerdo se sentaron a la mesa pero no están seguros de poder o de querer hacerlo.

Sin obra pública y con menores transferencias por coparticipación, las provincias que tienen sus cuentas en color naranja, cuando no en “rojo” y algunas no van mucho más allá de pagar sueldos.

La discusión por las tarifas continuará, vendrá el invierno, las boletas, las familias y las PyMEs que no puedan pagar, el cierre de las paritarias a la baja que terminará en la calle,con marchas, protestas y paros, una calle inmanejable, con aviso de «más mano dura» y el caos generalizado propio de no encontrar resultados positivos en ningún sector social por lo menos en el corto plazo.

Dujovne tendrá que tomar muchas decisiones atinadas, y sin exagerar, tal vez todas. Una de ellas demostrarle a los argentinos que este Fondo Monetario es realmente otro distinto del que conocemos todos, de lo contrario, no será ni “superministro” ni “DT», será el fusible que pueda saltar cuando la economía esté asfixiada y el gobierno tenga nuevamente la urgencia de descomprimir y reinventarse para tener alguna chance en 2019.