El 13 de octubre de 1981 nos dejaba físicamente, Antonio Berni, pintor, grabador y muralista con un arte fuertemente comprometido con la realidad social y política, con características dramáticas que mostró las injusticias laborales, colaboró con minorías y denunció maltratos al obrero, al pobre y al medioambiente.
A sus nueve años comenzó a tomar clases en el Centro Catalá de Rosario con los maestros Eugenio Brunells y Enrique Minné y a los 15 años realizó su primera exposición en el Salón Mari de su ciudad natal en las que colgó 17 óleos que representaban paisajes suburbanos y estudio de flores.
En 1925 gana una beca de perfeccionamiento y ancla en España. Se instaló y expuso en Madrid pero, simultáneamente, recorrió Segovia, Toledo, Córdoba, Granada y Sevilla donde tuvo contacto con obras de El Greco, Francisco de Zurbarán, Velázquez o Goya que lo impresionaron.
En 1926 llegó a París y comienza una etapa de gran dinamismo artístico y político. Se decidió a tomar una actitud política activa y ayudó a Aragón en su lucha antimperialista; distribuyó periódicos de las minorías asiáticas, colaboró con ilustraciones en otros medios de propaganda de varias minorías étnicas y ayudó en la organización de sus reclamos.
A fines de 1930 retornó a la Argentina, organizó la Mutualidad de Estudiantes y Artistas Plásticos y en 1932 replicó la muestra parisina en la sala de Amigos del Arte, en Buenos Aires. Vivió la “década infame” con su secuela de fraude electoral, miseria, desocupación, huelgas, hambre, ollas populares.
Decide reflejar esa realidad. Se afilia al Partido Comunista. Comienza otra etapa de representación del realismo social. Mezcla sensibilidad artística, denuncia, épica y una pátina de humor. En 1934 conoce al muralista mexicano David Siquieros y explora el muralismo con obras de gran dimensión como Ejercicio Plástico (con Castagnino, Spilimbergo y Lázaro), Manifestación y Desocupados con gran repercusión.
No se detuvo; entre 1951 y 1953 recorrió Santiago del Estero y pintó Motivos santiagueños donde mostró el daño ecológico que había producido la tala indiscriminada de árboles y luego, Los hacheros, La marcha de los cosecheros, La comida, Escuelita rural, Migración, Salida de la escuela, El mendigo, Hombre junto a un matrero y El almuerzo. En 1954 retoma una vertiente urbana con Campeones de barrio y La fogata de San Juan.
Comienza a retratar el suburbio y presenta Villa Piolín, La casa del sastre, La iglesia, El tanque blanco, La calle, La res, Carnicería, La luna y su eco y Mañana helada en el páramo desierto. Hasta que crea sus personajes emblemáticos: Juanito Laguna, primero y Ramona Montiel, de seguido. Su técnica fue el collage y utilizó materiales desechables. Pobreza y sordidez en estado puro, hasta en los componentes pictóricos. Con miradas sufridas pero firmes, claras, hasta de cierta esperanza. “…Son chicos pobres, pero no pobres chicos; no son unos vencidos por las circunstancias, sino seres llenos de vida y de esperanzas y que superan su miseria circunstancial porque intuyen vivir en un mundo cargado de porvenir”, según la propia definición de Antonio Berni.
En 1976 viajó a Nueva York y, sorprendido por lo que veía, quiso conocer a su gente, entender sus costumbres, sus necesidades. Caminó, observó, interactuó, pintó; tuvo una sensación de riqueza material y pobreza espiritual reinante que lo invadió. Presentó Juanito en la calle, Juanito Laguna going to the factory, El sueño de Ramona. De la villa miseria y el submundo de la prostitución a la capital global con absoluta entereza y dignidad.
Artista sensible para detectar el gesto universal, Creador en el lienzo de Juanito Laguna y Ramona Montiel -mezcla de Milonguita y Marilyn- que supo escenificar la pobreza profunda de los suburbios del gran Buenos Aires y de los lugares más sórdidos de París, quedó para siempre entre nosotros.