Nota publicada en Infobae
El sinuoso camino hacia el próximo Congreso de la Confederación General del Trabajo, ambicioso desde su misma convocatoria al llevar en su título el calificativo de ‘Unificador’, empieza a recorrerse con más dudas que certezas. Cierto es que habrá en el estadio Obras, cita histórica del Movimiento Obrero, lugar quizás más justificado que nunca al implicar un dilatado objetivo aún en construcción.
Pero la dirigencia sindical en el ejercicio de una responsabilidad a la que sabe ya no es tiempo de escaparle, se ha autoimpuesto ese mandato. La elección de la fecha del 22 de agosto tampoco es casual. Ese día, hace casi 65 años, quedo sellado con palabras de bronce en una espontánea asamblea popular, como el Día del Renunciamiento de Eva Duarte de Perón a su candidatura como vicepresidenta para acompañar al líder de los trabajadores en su proyecto de reelección. Posibilidad que por cierto quedó trunca.
La pregunta es si este Concilio Gremial alcanzará la meta deseada y emulando a las chimeneas del Vaticano, veremos salir humo blanco, como ocurrió en la unción de un Papa argento, quizás para muchos representativo del ideario peronista en su andar por la Santa Sede, desde donde es muy probable que siga de cerca los resultados de ese tan próximo día.
Hasta aquí aún no está claro si los destinos de una CGT unificada recaerán en un único secretario general, o se optará por elegir una fórmula donde se dé a luz una conducción compartida. Incluso de ser así, tampoco se ha definido la cantidad de miembros que tendrá, aunque todos coinciden que más de tres integrantes sería multitud.
En este escenario, cada sector está presentando sus alfiles y si bien es cierto que, como dicta el manual básico de la política, anunciar nombres antes de lo indicado suele ser un error estratégico, también es verdad que los tiempos apremian.
Así el moyanismo, después de barajar opciones a la hora definir las cuestiones internas de su mesa chica y de hacer circular opciones de máxima donde valiera la portación de apellido, finalmente primó la lógica y Juan Carlos Schmid, el secretario general del sindicato de Dragado y Balizamiento (un gremio de los denominados como pequeño, pero envalentonado por la representatividad de un sector de la actividad del transporte), fue la carta elegida, ganándole la pulseada al petrolero Guillermo Pereyra.
Por su lado la CGT Azul y Blanca que comanda Luis Barrionuevo si bien aún no ha confirmado al representante del sector, todo indica que Carlos Acuña, el titular del gremio que agrupa a los trabajadores de garages y estaciones de servicio, encabezará las negociaciones, aunque comandadas por la reconocida muñeca política del dirigente gastronómico.
Paralelamente, el Movimiento Sindical Argentino (MASA), oficializó la candidatura del secretario general de la Unión Ferroviaria, Sergio Sasia, en representación del sector que lidera Omar Viviani, protagonistas de una apuesta fuerte en la opción de no participar en el acto oficial por la conmemoración del último 1ro de Mayo realizado en el monumento al trabajo, dejando explicitadas las diferencias reinantes en el Movimiento Obrero. Aquí también se alista Luz y Fuerza, SMATA, trabajadores Legislativos y Telefónicos, entre otros.
De hecho, este sector mantiene línea directa con el que ahora parece agruparse detrás de la figura de Sergio Palazzo, el titular del gremio Bancario (actividad que claramente el actual gobierno necesita como aliada), donde confluyen algunos de los sindicatos que conformaron el MTA en tiempos de menemismo. Aquí se trata de una figura de origen radical que incluso trae expresiones de Balbín a sus discursos como un contraste con el folklore peronista.
Estos dos espacios podrían volver a confluir como lo hicieron en su mayoría durante la conducción de la CGT Alsina en tiempos de kirchnerismo, si superan algunas distancias que provocaron principalmente gestiones más ligadas a la actual representatividad laboral en el Congreso de la Nación, con el protagonismo que adquirió el mecánico Oscar Romero y el petrolero Roberti.
En verdad la figura de Antonio Caló como antiguo principal referente también provocó discusiones. Actualmente el secretario general del gremio metalúrgico dice seguir optando por caminos que se alejen del excesivo protagonismo. Pero ya son muchos los que ven que esta «energía cuasi kármica» en el ejercicio de la conducción no los llevará al mejor destino. Caló por cierto deberá refrendar su táctica incluso dentro de la propia UOM.
El recorrido nos lleva a los gremios agrupados dentro de los sindicatos bautizados como gordos o elefantes, debido a las estructuras que representan y por los pasos con ritmo de filosofía oriental que suelen dar.
Aunque hoy aparecen como disminuidos en la cantidad de organizaciones que confluyen en este espacio, del que entre otros forma parte el sindicato de la Alimentación y la federación mercantil de Armando Cavalieri. Allí se destaca Héctor Daer, titular del gremio de la Sanidad, quien también se desempeña como diputado nacional del Frente Renovador. Sin confirmación alguna, su nombre sigue repitiéndose como la figura elegida del sector, aunque su identificación partidaria hace mucho ruido entre la dirigencia sindical, más allá de algunas rencillas internas con la conducción del ex intendente de Tigre, que se dieron a conocer durante el tratamiento de la Ley anti-despidos. Chispazos que muchos leyeron como de no demasiado sustento real.
Como sea, la agenda gremial está cargada de actividades. La mencionada norma para la defensa de los puestos de empleo, fue vetada por el presidente Macri antes incluso de su aprobación. Y si bien la discusión sirvió para ganar terreno y mostrar los dientes desde el sindicalismo, a los efectos específicos no modificó demasiado el escenario laboral.
Incluso el acto del Día del Trabajador se adelantó a la agenda de la discusión sindical en medio de la estrategia que continua elaborándose ante el cambio de gobierno. Las primeras medidas hacia el sector del trabajo hicieron foco principalmente en sectores estatales representados por una CTA dividida, cuya dirigencia no tuvo otra opción que ganar la calle, ante un Poder Ejecutivo que hasta el momento parece desestimar esta forma de protesta. De hecho, muchos dirigentes del sector estatal empiezan a evaluar como reposicionar sus demandas sin sentirse empujados como carne de cañón, ni repetir errores del camino elegido en la década del 90, donde canjearon salvaguardar posturas de vanguardia en detrimento de sus propias estructuras sindicales.
Pero si bien los despidos parecen haber entrado en una zona gris, son muchas las organizaciones que se encuentran en estado de alerta y movilización ante suspensiones, pérdidas de horas extras y adelantos de vacaciones que provocan una fuerte disminución en el poder adquisitivo de sus representados. De hecho, no son pocas las que anuncian medidas de fuerza para las próximas semanas en medio de negociaciones paritarias, donde buscan imponer incrementos salariales acordes a los índices de inflación recargados principalmente sobre insumos propios de la clase trabajadora, incluyendo tarifas, servicios y consumos que integran la canasta básica de alimentos.
También los fondos adeudados a las Obras Sociales forman parte de la discusión, ya que además de sostener la devolución del aporte de los afiliados, los sindicatos entienden que al tiempo que se los obliga a cumplir con cada vez más prestaciones en salud, se los ahoga financieramente en una retención desmedida del dinero que reclaman como propio.
El rol del Ministerio de Trabajo también sigue estando en la superficie. Y si bien es cierto que el ministro Jorge Triaca demostró tener recursos para enfrentar el temporal, cuando no eran pocos los que lo signaban como el primer fusible que iba a tener de recambio el actual gabinete; aún queda mucho por hacer. De hecho los litigios por encuadramientos laborales son parte de una tarea política dentro de una cartera laboral que también exhibe sus propias fisuras.
La expectativa está abierta entonces en función de objetivos políticos que aparecen dibujados en un horizonte con la vista puesta en el congreso de unidad que convocó la CGT. Reza la frase popular que entre los trabajadores no existen demasiadas diferencias a la hora de las demandas. Las distancias son de los dirigentes.
Veremos entonces si los tirajes de las parrillas exhibirán el próximo 22 de agosto el humo blanco de la unidad, a la hora de encenderse el fuego para preparar el tradicional asado entre compañeros.