Si bien impacta, ya no sorprende la caída sin piso de la participación ciudadana en las convocatorias electorales. Lo vivido en la ciudad de Buenos Aires, se repitió en la provincia de Santa Fe, -Formosa, es una situación aparte-, con porcentajes aún más desalentadores de escasa participación electoral, en los centros de mayor concentración poblacional. Una lectura rápida marcaría, que a la mitad de los habitantes del país, ya no los seduce ejercer el derecho al voto, algo que se profundiza en los ‘sub-35’, quienes le dan la espalda a esta herramienta democrática, a la hora de evaluarla como una respuesta positiva a sus necesidades más urgentes, o simplemente a los menesteres de sus asuntos cotidianos.
De ahí que gobernadores e intendentes, conjuntamente con legisladores provinciales y nacionales, busquen poner en agenda con carácter de urgencia, una rápida modificación de la distribución del presupuesto –con demora de dos años de aprobación-, con incrementos de partidas y aumentos en la capacidad de recaudación regional y municipal propia, al tiempo de construir alternativas políticas que les permitan seguir representando, no solo el creciente estado de insatisfacción, sino también la exhibición de generadores de un
punto de inflexión en el retroceso en la calidad de vida de cada vez más personas.
El así llamado círculo rojo incluso, ya no esconde sus preocupaciones, que empiezan a dejar transcender cada vez con mayor énfasis, en lo que sienten como una deslealtad comercial, al quitarles sus posibilidades de competencia en sus emprendimientos
productivos de alto, medio o bajo volumen, más allá que encuentren en lo personal, fórmulas que les permiten, a perímetros cada vez más cerrados, el bienestar de los suyos, siguiendo el juego de las rondas financieras o las variables importadoras, como marca de época.
Pero las fábricas y los comercios cierran, disminuyen producción, bajan cargas laborales, despiden empleados y ofrecen incrementos salariales que implican fuertes pérdidas del
poder adquisitivo, lo que si bien ayuda a empatar balances o ganancias a la baja, también funciona como un boomerang que les impedirá crecer y mantener fuerza laboral formada y dispuesta a seguir comprometida con su esfuerzo diario: “fatiga del mercado laboral”, que le dicen.
El propio INDEC, informa un último trimestre con salarios a la baja en paritarias del sector formal del empleo y un crecimiento del desempleo con mayor puesta en superficie de porcentajes demográficos elevados, entre la gente más activa y dispuesta a generar recursos a través de su trabajo.
Incluso las actividades logísticas, de la energía o las finanzas, que exhiben crecimiento, no son de las que más generan empleo, a lo que se suma un mundo laboral donde la tecnología expulsa mano de obra. Una preocupación a la que se le agrega que la economía
hogareña, de aquellos sectores medios o con capacidad de recursos, se tienten cada vez con mayor predisposición a consumir bienes y servicios importados (con viajes al exterior incluidos) que, a aumentar la demanda del consumo en el mercado local.
La preocupación aumenta, porque la percepción es que esta situación lejos de ser una foto, tiene un formato de película o de serie de varias temporadas que podría extenderse y profundizarse en el corto y mediano plazo.