Apenas tres meses después de los bombardeos de la Marina contra la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno que dejaran cientos de muertos en el intento de derrocar a Perón, el 16 de septiembre de 1955 se produce un nuevo alzamiento militar. Se sublevan contra el gobierno de Perón el General Eduardo Lonardi en Córdoba y el General Aramburu en la guarnición de Curuzú Cuatiá, mientras que la Marina hace lo propio en sus bases de Puerto Belgrano y Río Santiago.
Dos días después, las fuerzas leales a Perón ya han recuperado el control sobre la base de Río Santiago, Aramburu se encuentra en fuga y la posición de Lonardi se debilita cada vez más. Pero el Almirante Isaac Rojas sigue al frente de la Marina insubordinada y, después de cañonear Mar del Plata y matar a numerosos civiles, amenaza con hacer volar la destilería de petróleo de la Ciudad Eva Perón (hoy La Plata) y la destilería de Dock Sud. A pesar de las expresiones de apoyo popular que incluso reclamaban armas para luchar contra los militares alzados, Perón decide evitar lo que imaginaba como una cruenta guerra civil y sorpresivamente presenta su renuncia.
Es el inicio de la autodenominada Revolución Libertadora (Revolución Fusiladora para la militancia peronista), que pondrá al frente del gobierno a Eduardo Lonardi para reemplazarlo menos de dos meses después por Pedro Eugenio Aramburu, clausurará el Congreso Nacional, depondrá a los miembros de la Corte Suprema, así como a las autoridades provinciales, municipales y universitarias. Dos años y medio más tarde, con el peronismo proscripto, se permitirían unas elecciones en las que se impondría Arturo Frondizi, quien a su vez sería derrocado en 1962.
Otro 16 de septiembre (de 1976), bajo otra dictadura cívico-militar (el autodenominado Proceso de Reorganización Nacional), van a ser secuestrados diez estudiantes secundarios de entre 14 y 17 de la Escuela Normal Nº 3 de la Plata que habían participado en una campaña por el boleto estudiantil. El operativo fue realizado por el Batallón 601 del Servicio de Inteligencia del Ejército y la Policía de la Provincia de Buenos Aires, dirigida por el general Ramón Camps.
El operativo pasó a la historia como “La noche de los Lápices”. Durante ese día fueron secuestrados Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, María Claudia Falcone, Francisco López Muntaner, Francisco López Muntaner y Horacio Ungaro, quienes permanecen desaparecidos. Al día siguiente son detenidas Patricia Miranda y Emilce Moler, quienes van ser sobrevivientes, junto con Gustavo Calotti, que había sido secuestrado diez días antes. El 21 de septiembre se suma al grupo de jóvenes secuestrados Pablo Díaz, gracias a cuyo testimonio durante el juicio a las Juntas, en 1985, el caso tomará notoriedad pública.
Según el informe de CONADEP, con el secuestro y tortura de este grupo de estudiantes la policía bonaerense intentó un operativo de escarmiento para frenar lo que consideraban como “subversión en las escuelas”. Pero, más allá de las intenciones disciplinadoras de los genocidas, el recuerdo de los y las estudiantes asesinados y de su lucha sigue siendo un símbolo y una bandera para los secundarios de todo el país hasta el día de hoy.